sábado, 15 de diciembre de 2018

Navidad, Navidad...Dulce Navidad



La época de la Navidad para mí siempre ha tenido un significado especial.  


Mis querido padres me enseñaron ,que aunque lo hacían durante todo el año, domingo tras domingo en casa de mi abuela Angelina, la época navideña ( diciembre-enero), era una época para compartir con familiares y amigos.  El aspecto religioso no era el fuerte de la reunión pues mi padre era masón y mi madre, una católica a su manera.
Y esa es la imagen que conservo con cariño en mi mente y en mi corazón.  El momento en que nos reuníamos todos a la mesa para compartir una cena en familia con parientes y amigos. 

Aún en los años más difíciles, por razones de enfermedad de mis padres o por otros motivos, tratábamos a toda costa de reunirnos en casa, si no a cenar, al menos a comer (almorzar)
con nuestros allegados.

Con el tiempo, fuimos quedando menos, por diversos motivos, pero aún así, seguimos reuniéndonos, lo mismo en casa que en casa de los amigos
y disfrutábamos un poco de esa época, en lo posible.  A veces, nos reuníamos un grupo del trabajo o de amigos y alquilábamos una cabaña o una casa en la playa, y allá nos íbamos a celebrar las Fiestas a Guanabo o al Mégano.  En varias ocasiones, mientras mi Tía Esther permaneció en Cuba, reservábamos mesa para unos cuantos en El Conejito y allí nos dábamos cita.  Por eso se convirtió en mi restaurante favorito.  Mi padre y un amigo, tuvieron la brillante idea de hacer una cría de conejos en el patio de mi casa, y como cuando no hay pan, se come casabe, en muchas ocasiones en vez de cerdo, comíamos conejo que nos encanta.

Por lo general, mi madre se encargaba ella misma de preparar la comida, a veces con la ayuda de Pancha, nuestra cocinera o Lucía, mi Tata querida.  Aunque los buñuelos los elaboraba mi madrina Josefina o su tía Martina.  La cena consistía, casi siempre en las grandes reuniones, de un cerdo asado en púa al cual Agustín, el esposo de mi madrina se encargaba de darle "la puñalá", ayudado por mi tío Cuso el día antes.  Había que oír los "berridos" del pobre animal.  ¡Daban pena!  Después de muerto, lavado y sin pelos, lo adobaban y , hasta el otro día, que o bien lo asaban allí mismo o lo llevaban a la panadería más cercana.  A su vez, se iban elaborando los frijoles negros o el congrí, las ensaladas, los dulces en almíbar (fruta bomba, casquitos de guayaba, casquitos de toronja, dulce de coco, mermeladas de guayaba y de mango, y algunas cosas más.  Y claro, no podía faltar la yuca con mojo y los buñuelos.Resultado de imagen de menu tipico cubano Ni tampoco, los tamales, el aguacate, las chicharritas, los plátanos fritos y los tan esperados CHICHARRONES, sobre todo por los bebedores de cerveza.

De estas fiestas, también recuerdo la reunión con los primos debajo del árbol para recoger nuestros regalos de Santa Claus.  Mi primo Ernestico nos maravillaba con sus "fuegos artificiales" : cogía estropajo de aluminio, lo amarraba a un cordel y le daba vueltas  en el medio de la calle mientras soltaban unas chispas que a mí me parecían divinas, y mi primo Miguelito explotaba fulminantes haciendo un ruido infernal.

Después del fallecimiento de mis padres y la partida de mis hijos, seguí reuniéndome con amigos y familiares, hasta que pude volver a celebrar estas fiestas con mi propia familia
Retomando así esta hermosa tradición familiar.

FELIZ NAVIDAD