domingo, 13 de diciembre de 2015

Andando por ahi, por esas calles... y parques de mi ciudad.

Tal vez para muchos, el anuncio de que La Habana haya sido seleccionada entre las  7 ciudades más maravillosas del mundo, sea algo incomprensible.  Pero, a mi, habanera de nacimiento y residente local por más de 60 años, me parece una elección que hace justicia a esta hermosa ciudad.  Pues, en esta selección no sólo se valora su aspecto físico, sino sus ambientes, su cultura y su gente.  Y, en eso, caballeros, a La Habana no hay quien le ponga un pie delante.

Me vienen a la mente sus parques, sus monumentos, sus avenidas, sus centros culturales,  sus playas, sus iglesias y tantos y tantos lugares y  rememoro cuantas y cuantas veces, a lo largo de mi vida, disfruté de esta incomparable ciudad.

  De pequeña, me fascinaba ir al Zoo de 26 a ver los monos y los leones, ( una vez Bohemia hizo una encuesta y la gente juraba y perjuraba que alli habia jirafas, cuando la verdad era que nunca las habia habido). Pero,  de todo lo que había allí, lo que más disfrutaba era montar en el trencito y jugar en su parque infantil.  También me encantaba ir al Parque Maceo, en el que había un teatro de marionetas y un parque de diversiones; no me cansaba de dar vueltas en la pequeña estrella y en los botecitos.  Ir al Coney  Island era toda una aventura: subir a la  montaña rusa (no en la grande) y entrar en el Salón de los Espejos colmaba mis ansias de exploradora. Concurrir con mi madre o mi abuela al balneario de la Concha era asegurar una mañana de sol y playa con divertidos juegos en su espléndido arenal. 

El vivir en un reparto fuera del centro de la ciudad, hacía posible el practicar juegos en la acera o en el parque de 76, donde en un primer momento estuvo instalado el Selva Club. Alrededor de las dos inmensas tumbadoras, que proclamaban su existencia, me pasaba las horas dando vueltas en bicicleta o en patines.   Pero, no sólo ahí  podia practicar estos deportes.  Tambien, solía  hacerlo en el parque de la Avenida de las Misiones, o en el del Anfiteatro de la Habana, frente a Cuba 8 donde era posible alquilar las bicis por horas y refrescar en el hoy restaurante Cabaña.  

Ya, de adolescente disfruté a plenitud de las instalaciones del  Parque Almendares, sobre todo del mini-golf al cual acudiamos la "trouppe" de primos y primos y algunos amigos los sábados por la tarde.  Otras veces nos llegábamos hasta el de Rio Cristal, donde también podiamos disfrutar de sus jardines y del Castillito.  Así como de su piscina con su imponente trampolín de 3 plantas, y observar a los bañistas al caer a través de los cristales que rodeaban la piscina.

En ocasiones, aprovechábamos y nos llegábamos al Cacahual, a rendirle tributo a nuestro Titán de Bronce y pasear por sus bien cuidados jardines.  De regreso, si era la ocasión, visitábamos la Feria Agropecuaria de Rancho Boyeros, donde era posible admirar los bellos ejemplares vacunos e hípicos, e incluso, disfrutar del rodeo  y de un vaso de leche recién ordeñada.  

Durante el verano, coger el tren hasta las Playas del Este era toda una odisea, pero al llegar y sumergirnos en aquellas aguas transparentes y aquella arena resguardada por cocoteros nos convencíamos de que habia valido la pena.  Y allí nos resguardábamos a comernos los tamales y el congrí que con tanto amor nos prepararan nuestras madres, junto a las chicharritas y los tostones, para recuperar fuerzas ayudados por una superazucarada limonada. Y allí nos manteníamos, horas y horas, solazándonos bajo las hojas de las palmeras, entrando y saliendo del agua, y  realizando infinidad de actividades lúdicas, desde jugar con balones hasta saltar a la una mi mula..a las dos mi reloj.(con sus consabidos "accidentes").

Muchos años después, trabajando ya en Cultura, tuve ocasión de disfrutar de la Plaza de la Catedral en aquellos memorables Sábados de la Plaza, en los que los artesanos recién organizados, exponían sus trabajos y los integrantes del Taller de la Plaza, regalaban sus obras, incluso, firmadas.  También de aquellas sesiones de actividades que ofrecía el Fondo Cubano de Bienes Culturales, en las que era posible admirar  importantísimas muestras del quehacer plástico contemporáneo, y las actuaciones estelares de Elena Burque y su hija Malena.   Asimismo, disfruté a plenitud el resurgimiento de la Plaza de Armas, con su Casa del Agua, su Casa de la Natilla, sus presentaciones de Libros en el Palacio del 2do Cabo, y los conciertos todos los martes de la Banda Nacional de Conciertos, teniendo como marco el fabuloso Palacio de los Capitanes Generales.

En esa época surgirian nuevos lugares de esparcimiento como el Parque Lenin. Ello me brindó nuevas locaciones donde compartir en familia algunos cumpleaños. El disfrute de los bombones que ofertaban junto al té, de las cremas de setas en Los Galápagos, de las atracciones del Parque Infantil con su imponente estrella desde la cual se pueden ver unas vistas fantásticas. E incluso disfrutar de una actuación del Teatro Guiñol en el anfiteatro en la hierba o del Ballet Nacional de Cuba en la plataforma flotante.

En estos días próximos a la Navidad, recuerdo especialmente el parque en el que hoy esta instalada la Heladería Coppelia, porque en él solían instalar un árbol de Navidad Gigante y mis primos y yo solíamos sentarnos allí, cuando salíamos de disfrutar de los programas de la tele en CMQ y terminábamos nuestra "Caza de Autógrafos"  Eran días realmente maravillosos, como esa Ciudad que me vio nacer.

Amigos, La Habana es una ciudad bullanguera y bulliciosa, y así también es su gente: campechana y excelentes anfitriones.  Y es a ellos, a quienes se debe en particular, el que La Habana haya alcanzado tan ansiada distinción.  

Sólo me resta, a aquellos que no la conocen aún, invitarlos a que lo comprueben por sí mismos.  Y a los que están conscientes de ello, a que lo celebren brindando por esa ciudad, capital de todos los CUBANOS.

Felicidades, Amigos...Felices Fiestas...Nos vemos en el 2016










domingo, 6 de diciembre de 2015

Dos cincuentenarios no hacen un centenario...

Los miembros de los antiguos pueblos europeos decían, al cumplir los 35 años de edad, que habían llegado "a la mitad del camino de la vida".  En Cuba, solemos expresar, cuando arribamos a los 50 años de edad, que hemos llegado a "la media rueda".  Para algunos, es "ponerse interesante" para otros, es volverse "titimaníaco". 

 Para mí,  fue el momento de replantearme qué iba a hacer con mi vida.  Y supe que para mí lo más importante era la familia.

Marzo de 1998:  Mi hija esperaba su primer bebé.  Se había marchado a España en el año 1993, se había casado y ahora estaba embarazada y su embarazo era considerado de alto riesgo.  Y me reclamaba a su lado.

 Desde 1994, había abandonado mi trabajo en el Min. de Cultura y , aprovechando las oportunidades que sólo se dan una vez en la vida, había comenzado como Trabajadora por cuenta propia y me dedicaba a dar clases de idiomas.  No obstante ello, como profesional, para poder ir a visitarla tenía que solicitar la correspondiente autorización al referido ministerio.  Después de mucho bregar y gracias a la ayuda de personas como Estela Sotomayor, logré mi objetivo.  Obtuve las autorizaciones y permisos pertinentes, asi como el correspondiente visado y cogí el avión rumbo a Valencia, para cumplimentar mi segundo viaje a la Madre Patria.

Gracias a la atención recibida y el reposo, su embarazo llegó a buen término el 16 de julio.  Mi nieto, que no ha perdido la costumbre, llegó tarde y nos perdimos la canastilla que ofrecía la Reina Sofia a los niños que nacieran el mismo día que su primer nieto: Froilán.

En agosto de 1998, pude celebrar mi 50 cumpleaños.  Fue algo memorable pues, tras varios años de separación, volvíamos a estar juntos, en compañía de familiares y amigos.  Y lo hicimos a la Cubana, con música de los Van Van y mojitos de Havana Club.

  Desconozco los motivos, pero las efemérides han estado siempre muy vinculadas a mi vida.

1964:  Mi primera boda tuvo lugar un 27 de noviembre.

1964: El primer condón que utilicé en mi vida se rompió un 13 de marzo.

1965: Mi primogénito debía ver la luz 9 meses después, el 7 de diciembre, pero como el médico-partero tenía prisas por terminar su turno de 24 horas, me indujo el parto y mi bebé vino al mundo el día 6 de diciembre a las 11:15 pm lo que hizo que no ganase la canastilla que ofrecia la Federación de Mujeres de Cuba por la efemérides.  Pero, como lo tenía to'pensao, cuando me preguntaron por el nombre, dije sin ti-tubear:   RAUL ANTONIO.

Hoy, aquel niño que nació pesando 7 y media libras ,que al nacer aspiró el liquido amniótico , quien literalmente  me sacó las entrañas del cuerpo  y es un superviviente, cumple 50 años.

Y mira por donde, aquí en España donde reside hace casi 20 años, el 6 de diciembre es FIESTA NACIONAL.  Se celebra el "DIA DE LA CONSTITUCION".  Aquella que fue aprobada en 1812.  Así, que VIVA LA PEPA y larga vida a mi tonyrod@.

Y esta vez, lo celebraremos a lo hispano-cubano-latinoamericano: con gambones, Havana Club y música de Oscar de León.

Están todos invitados.