miércoles, 29 de julio de 2020

Los Primos de crianza... otro regalo de los dioses

Como si el haber tenido más de 27 primos consanguíneos no hubiese sido suficiente, la vida me premió con un buen número de "primos" de crianza la vida me concedió un sinfín de primos de esta clase y que jugaron un papel tan importante en mi vida como los verdaderos.

Con ellos conviví gran parte de mi vida, y aún algunos forman parte de mi existencia cotidiana.  


Empezaré por mencionar los de la familia MONTEAGUDO ABAD: José Rolando, Juan Ernesto, Elda y el insustituible ABRAHAM ERNESTO  (en esta familia, a la que considero como propia, conocían la IMPORTANCIA DE LLAMARSE ERNESTO   ja ja ja. En la foto a la derecha, José Rolando detrás y Juan Ernesto con la guitarra (Nito y Nesti).


Mi relación con ellos comenzó a finales de los 50 y aún, con ellos formé mi primera pandilla del barrio y, a día de hoy, se mantiene con los que aún viven y con sus hijos y nietos.  Con ellos era con los únicos amigos que mi exigente madre me dejaba salir de noche.  Ibamos a jugar golfito en los bajos del Parque Almendares o a Tropicana que nos quedaba cerca y donde "cogí" mi primera borrachera de la cual surgió una frase que aún hoy nos hace reír:  "veo lucecitas con chichones". Junto a ellos fumaba cigarrillos mentolados y me iba a la guarapera del barrio de Belén a tomar guarapo "gratis" ya que Branci trabajaba allí con los hermanos Curbelo hasta que fue llamado al SMO.  Cuando su madre Elcida se iba a Camagüey a ver a su familia, yo me quedaba "al mando", lo cual no fue óbice para que una vez Nito (José Rolando) por poco le prendiera fuego a su casa haciendo un experimento.  Su cumple era un día después del mío, por lo que a veces los celebrábamos juntos. En más de una ocasión fueron los testigos de mis bodas. Y Juan Ernesto ha sido el Guardián de mi salud.

 La temprana desaparición física de José Rolando causó un dolor inmenso en nuestros corazones, y Branci y yo nos sentimos aún más unidos.  Fue una unión a prueba de fuego, que perduró hasta su muerte que dejó un gran vacío en mi vida y en mi corazón.

Las hermanas Besson, Yolanda y Gilda,La imagen puede contener: 2 personas fueron mis hermanas y amigas hasta que la muerte nos separó.  Eran las sobrinas de mi tía abuela Irene, y con ellas compartí desde la niñez bautizos, cumpleaños, bodas y el día a día.  Mis fines de semana en su casa del Callejón fueron inolvidables. Con ellas aprendí a montar patines en la Avenida de las Misiones, bicicleta en Cuba 8, a buscar el pan en la panadería de Chacón, y...a limpiar los muebles ja ja ja.  También compartimos excursiones La imagen puede contener: 2 personasy las salidas al Verdún, donde además de las pelis se podía disfrutar de las estrellas pues su techo era móvil y además, saborear los riquísimos helados naturales de los chinos de la esquina de Virtudes.  Allí aprendí a bailar rock'n roll y escuché a los Beatles por primera vez.  Cuando el boom de las bodas, Yolanda también entró en el team.  Fue una relación en la que nunca hubo ni un sí ni un no, nos queríamos como hermanas y como tal actuamos a lo largo de nuestras vidas. En esta foto están presentes tanto las Besson, como las Hernández como los primos de sangre, compartiendo todos como una gran familia.

Mis primas las Hernández.  Eran sobrinas de mi madrina Josefina, y vivían con ella al lado de mi casa, así que tanto Victoria, como Luisito,La imagen puede contener: una persona como José Luis, como Margarita fueron como mis hermanos. (Lo interesante es que pudimos haber sido hermanos pues su papá , Luis Hernández,La imagen puede contener: una persona fue el primer novio de mi mama y era el hermano de mi madrina Josefina Hernández) Vicky también engrosó el equipo de las bodas y la maternidad, y se mantuvo a mi lado hasta que la cruel enfermedad se la llevó.  Cuando me vine a España en el 2010, su hermano Luisito me llamaba todas las tardes para desearme un buen día, hasta que su cuerpo no pudo batallar mas.  Ahora converso casi a diario con Jorgito La imagen puede contener: una persona, gafas y primer plano y Mayita, y recordamos los buenos tiempos del Cerro.

Los Ayala Balmaseda.  A mi izquierda, Clara junto al resto del familión, incluídos mi prima Nela, de la familia de los Zayas.

A ellos me une algo fantástico, a partir de una fecha que es clave en nuestras vidas: el 26 de agosto.  Tanto Clara como Carlos han ocupado un lugar preeminente en mi vida. Cuando ya no tuve a mis padres, Esther y el resto de su familiaLa imagen puede contener: 7 personas, personas sonriendo me acogieron como una hija, y ellos me ayudaron mucho a aliviar mi dolor.  Se han mantenido a mi lado durante décadas, en las buenas y en las malas, y nunca olvidaré las palabras de Carlos cuando llegó al velorio de mi madre.  Yo estaba sentada en una butaca en el balcón de la funeraria de 70 en Playa ( lugar al que mi madre nunca quiso ir a vivir, y en el que pasó su ultima noche de cuerpo presente), y estaba agotada y el al verme dijo:"No la molesten, déjenla dormir" con. un gran dolor expresado en su voz.

Lo mejor de estas relaciones, es que no se quedaron sólo en nosotros, sino que han continuado en nuestros hijos, quienes también han asumido a éstos como sus "primos" , manteniendo vivo el legado de sus padres.

Los Primos, un regalo de los dioses...


Ser miembro de una familia numerosa, es un regalo de los dioses.  Gracias a que en sus tiempos no existía ni la tele ni el internet, mis  abuelos maternos (y los paternos, igual) tuvieron 8 hijos de los cuales, conseguí unos 27 primos.  Se dice fácil, pero fueron parte integral de mi infancia.  Sobre todo, los mayores: Elsa, Regina, Miguelito, Ernestico y Sabina.Aquí estamos de izquierda a derecha; Miguelito, Ernestico, Cuca (Elsa) y yo en el centro, la más pequeña del grupo.  Y eso me costó no pocos problemas con ellos, pues además de ser la más pequeña, era la preferida de mi abuela en esa época.Esta es Sabina y ésta,  es Regina.
Para que os hagáis una idea, algo que era muy común en esa época, una foto de una cena familiar donde concurrieron casi todos, como veréis, no hacían falta más invitados. ja ja jaNo hay descripción disponible. Menos mal que en esa época podíamos darnos esos lujos.

Los días más especiales eran los domingos, cuando se reunían todos, hijos y nietos, en casa de mi abuela materna, Angelina. Sobretodo, los Días de las Madres. Era diversión a tope.  Sobretodo, cuando nos escapábamos a la Loma del Mirador en el Diezmero a tirarnos en yaguas.  Y, al regreso, nos metían a todos en una poceta que mi padre le había construido a mi abuela y nos bañaban a todos juntos, y los mayores se llevaban una buena tunda por haberse escapado y haberme llevado con ellos  (juro que no era mi culpa), aunque después, ellos se la descobraban halándome las trenzas hasta hacerme llorar o me enrollaban los vellos de los brazos y después, había que cortarlos pues no se desenrollaban.  Aún así, yo me sentía feliz con ellos.

  • Los días de Nochebuena, enrollábamos estropajos de aluminio con un cordel y le prendíamos fuego, y parecían luces de  bengala.  Era muy divertido.  Y, sobretodo, que esa frase de "no hay cama pa'tanta gente", en mi casa nunca tuvo lugar.  Mi casa daba cobijo a todo el que quisiera quedarse y los primos dormíamos todos juntos.  Éramos tan felices y no lo sabíamos.  Con mis primos paseaba, jugaba, íbamos a CMQ a buscar autógrafos, al cine y hasta a misa.  Con ellos hice mis primeras salidas de adolescente a lugares como el Cine club de 23 y 12, a clubes nocturnos o restaurantes como el Polinesio o El Conejito, a la playa sin mis padres y cuando comenzamos a prometernos, salíamos juntos con nuestros novios y éramos nuestras propias chaperonas. Estábamos tan unidas, que cuando la primera decidió casarse, las demás le seguimos y hasta tuvimos nuestros hijos más o menos al mismo tiempo.  

Ha pasado mucho tiempo desde entonces, algunos ya no están físicamente entre nosotros, pero los que quedamos vivos no los olvidamos y, sobretodo, mantuvimos nuestros lazos hasta la muerte.