miércoles, 29 de julio de 2020

Los Primos, un regalo de los dioses...


Ser miembro de una familia numerosa, es un regalo de los dioses.  Gracias a que en sus tiempos no existía ni la tele ni el internet, mis  abuelos maternos (y los paternos, igual) tuvieron 8 hijos de los cuales, conseguí unos 27 primos.  Se dice fácil, pero fueron parte integral de mi infancia.  Sobre todo, los mayores: Elsa, Regina, Miguelito, Ernestico y Sabina.Aquí estamos de izquierda a derecha; Miguelito, Ernestico, Cuca (Elsa) y yo en el centro, la más pequeña del grupo.  Y eso me costó no pocos problemas con ellos, pues además de ser la más pequeña, era la preferida de mi abuela en esa época.Esta es Sabina y ésta,  es Regina.
Para que os hagáis una idea, algo que era muy común en esa época, una foto de una cena familiar donde concurrieron casi todos, como veréis, no hacían falta más invitados. ja ja jaNo hay descripción disponible. Menos mal que en esa época podíamos darnos esos lujos.

Los días más especiales eran los domingos, cuando se reunían todos, hijos y nietos, en casa de mi abuela materna, Angelina. Sobretodo, los Días de las Madres. Era diversión a tope.  Sobretodo, cuando nos escapábamos a la Loma del Mirador en el Diezmero a tirarnos en yaguas.  Y, al regreso, nos metían a todos en una poceta que mi padre le había construido a mi abuela y nos bañaban a todos juntos, y los mayores se llevaban una buena tunda por haberse escapado y haberme llevado con ellos  (juro que no era mi culpa), aunque después, ellos se la descobraban halándome las trenzas hasta hacerme llorar o me enrollaban los vellos de los brazos y después, había que cortarlos pues no se desenrollaban.  Aún así, yo me sentía feliz con ellos.

  • Los días de Nochebuena, enrollábamos estropajos de aluminio con un cordel y le prendíamos fuego, y parecían luces de  bengala.  Era muy divertido.  Y, sobretodo, que esa frase de "no hay cama pa'tanta gente", en mi casa nunca tuvo lugar.  Mi casa daba cobijo a todo el que quisiera quedarse y los primos dormíamos todos juntos.  Éramos tan felices y no lo sabíamos.  Con mis primos paseaba, jugaba, íbamos a CMQ a buscar autógrafos, al cine y hasta a misa.  Con ellos hice mis primeras salidas de adolescente a lugares como el Cine club de 23 y 12, a clubes nocturnos o restaurantes como el Polinesio o El Conejito, a la playa sin mis padres y cuando comenzamos a prometernos, salíamos juntos con nuestros novios y éramos nuestras propias chaperonas. Estábamos tan unidas, que cuando la primera decidió casarse, las demás le seguimos y hasta tuvimos nuestros hijos más o menos al mismo tiempo.  

Ha pasado mucho tiempo desde entonces, algunos ya no están físicamente entre nosotros, pero los que quedamos vivos no los olvidamos y, sobretodo, mantuvimos nuestros lazos hasta la muerte.

1 comentario: