domingo, 18 de septiembre de 2016

Farewell to Rio...Bye, bye...

Son las 9 de la mañana.  Estoy en ese estado entre el sueño y la vigilia, en el cual trato en vano de alcanzar el reloj para ver la hora y comprobar si ya ha pasado el tiempo necesario para ir a desayunar.  Miro hacia la puerta entreabierta, pero no veo ni el hocico ni los grandes y expresivos ojos de mi estimado perro. Ese que, a cada mañana, se para frente a mi cama para recordarme que  ya es hora de levantarme, ir a prepararme el desayuno y compartir con él algún que otro trozo de queso, pan o galletas, o tal vez, alguno de sus preparados especiales para perros.

Algo, no puedo determinar exactamente qué, me recuerda que, Rio, mi compañero de más de 10 años, ya no volverá a aparecer en el umbral de mi puerta. Ante su mirada suplicante, decidimos poner fin al lamentable estado en el que se encontraba a consecuencia de la cruel dolencia que le aquejaba.  Por ese motivo, lo llevamos al veterinario a concederle el descanso eterno, permaneciendo a su lado hasta el último momento, como se hace con los seres queridos, pues eso era él, un miembro más de nuestra familía.

A lo largo de mi vida, he convivido con incontables mascotas: perros como Katucha, que se pasaba el dia entero a los pies de mi madre y sólo se separó de su lado cuando esta cariñosa perra dejó de respirar.  Misifú, la gata que se mudaba con nosotros de casa en casa y que cuando lograba penetrar en la cocina, se robaba la comida, y que tampoco nos abandonó hasta que la muerte pudo más que ella. Tuma, la burra que me trajo mi padre de Topes de Collantes y que murió de tétanos frente a mis ojos espantados de niña. Camila, la tortuga, que quedó en la casa cuando Adriana marchó a España y murió de añoranza e inanición, al negarse a comer ahora que su dueña ya no estaba.  Casandra I, un precioso ejemplar de Stanford, negro como el azabache el cual era la admiración del barrio y el orgullo de su dueño y que, algunos pensaron que murió por " los malos ojos" pero que en realidad, falleció por infestarse con el moquillo que adquirió al darle yo misma los restos de un pollo infestado.  Casandra II y Fatima, hermanas de la anterior y magníficos ejemplares, pero que corrieron la peor suerte que puede sufrir un animal: fueron secuestradas por personas indolentes para someterlas a ese salvaje entretenimiento que son las "peleas de perros", por su sólo pecado de pertenecer a una raza considerada "de pelea", cuando eran los animales más nobles que yo habia conocido, hasta que Rio entró en mi vida. Todos y cada uno, dejaron huella indelebe en nuestras existencias.

Río, quien debió su nombre al hecho de haber sido encontrado medio ahogado en la corriente de un río por nuestro amigo Manolo, un andaluz que lo tomó a su cargo pero como vivía en un apartamento en Madrid que no tenía condiciones para un perro cazador como era éste, decidió traerlo de visita y dejárnoslo de regalo, después que lo había acostumbrado a dormir en sus piernas.  Fue así que Río llegó a Náquera unos meses antes que yo, y cuando llegué de visita en 2006 al nuevo hogar de mi hija, nos hicimos los mejores amigos, pasando muchas horas en mutua compañía.  

En el 2007, tuve que regresar a Cuba y no volví a España hasta el 2010, y no hice más que descender del auto cuando un bólido negro se abalanzó sobre mi, haciéndome perder el equilibrio pero sin llegar a caer.  A pesar del tiempo transcurrido, como buen labrador conservaba en sus glándulas olfativas mi olor caracaterístico. Y a partir de ahí nuestra camaradería se fue haciendo más y más estrecha.  Nos pasábamos largas horas de día y de noche compartiendo espacios, paseos y hasta el aire del ventilador. Cuando la familia se iba de paseo, y nos quedábamos solos los dos, teníamos nuestros propios lugares de escape, aunque a menudo, aprovechaba la ocasión para irse "a escape" y regresar muy campante, algún tiempo después, sumamente satisfecho.

Si la escapada era nocturna, me tocaba buscarlo por todo el pueblo, pues seguramente andaba detrás de alguna perra en celo en compañía de otros más, según me informaba la Policía, quienes lo conocían perfectamente, al punto que a veces me informaban que lo habían visto merodeando por los alrededores de la Biblioteca. Eso sí, siempre regresaba.  Estaba muy unido a la familia y por nada del mundo nos abandonaría.

Es muy triste saber que no volverá a ladrarme al descubrirme a mi regreso de cualquier lugar; que no traerá su mantica y la pondrá a mis pies para acostarse junto a mí a hacerme compañía.  Que no escucharé sus ladridos avisándome que hay alguien a la puerta.  Que no buscará la pelota para que se la tire por toda la casa.  Que antes de irse a dormir, ya no hará la "ronda" para verificar que todos estaban en sus "puestos".  Que no arañará la puerta para avisar que ya está de regreso.  Que ya no se interpondrá entre los bailadores, ni se sentará cerca de la mesa mientras comemos a esperar su parte, ni se fajará con su "primo" Peluche por el agua y la comida. No dejará que los niños jueguen con  él de mil maneras diferentes ni hará travesura alguna.  ¿Quién va a mantener a raya a los mas de 20 gatos que rondan el edificio?  ¿Quién levantará la pata para indicar que la presa está cerca? ¿Quién va a acompañarme en mis horas de internauta o televidente solitaria? ¿Quién va a compartir los restos de comida, sobre todo la cubana, que con tanto gusto engullía?

Sé que su partida era un mal necesario. Sólo espero,que después de haber dejado una huella tan profunda en todos los que le conocieron, pueda reencontrarse con aquél que en su momento le salvó la vida y, gracias al cual, nuestra familia pudo disfrutar durante tantos años de su entrañable compañía.

Por todo ello, sólo quiero decir...Bye bye, Rio... See you


3 comentarios:

  1. Muy triste Puchi. Los animales se quieren mucho. Mi hijo siempre ha tenido perros pero yo adoraba a Tito. A Tito lo mataron por envidia pero era un bulldog americano con alma de hombre. Nunca vi un perro que tuviera una cosa más grande. El mismo se asustaba cuando se la veía. Tenía malas pulgas pero a mi me adoraba. Yo era su mamá. Mi hijo se moría de los celos. Lo lloramos mucho. Un abrazo y escribe cosas menos tristes la próxima vez porque me has dejado toda deprimida.

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  2. Siento mucho la partida de Rio. Espero que poco a poco te vayas recuperando. Recibe un fuerte abrazo.

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  3. Muero de tristeza soy amante de los animales, yo se que algún día nos vamos a volver a encontrar con nuestros amigos sin voz.

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