domingo, 26 de febrero de 2017

La flor más delicada de mi jardín....MI MADRE

HOY hubiese sido un gran día: mi querida Madre habría cumplido 99 años y , de seguro, tal como a ella le gustaba, nos habríamos reunido todos alrededor de la gran mesa del comedor, degustado alguno de sus exquisitos platos: Pollo a la Villeroy, o conejo estofado o pastel de pescado, acompañados de un excelente arroz con pollo a la chorrera o , tal vez, spaghettis con pollo en salsa bechamel o simplemente, unas papas hervidas en leche y mantequilla.  Y, al final, uno de esos dulces que tanto le gustaba hacer: flan de leche condensada y leche evaporada, o quizás, un delicioso cake elaborado por sus manos y horneado en ese horno que sólo ella sabía utilizar, en una mesa donde abundara el buen vino y la cerveza.

Mi relación con mi madre estuvo casi siempre a la altura de lo que se esperaba, fui la primogénita y contaba con su amor  y apoyo incondicional.  Siempre me he considerado como una niña tranquila y obediente, así que no le di muchos dolores de cabeza, los problemas vendrían después. Aunque de su boca nunca salió una expresión de reproche. Y, hoy por hoy, me siento sumamente agradecida porque la vida me premió con una progenitora de su valía y junto a la cual permanecí hasta el momento en que le cerré los ojos, después de perder su gran batalla contra el cáncer.

Margarita Matilde Velázquez Díaz, era la cuarta hija del matrimonio formado por Angelina y Bonifacio, y aunque ambos eran habaneros, la niña vio la luz en la Ciudad Bandera: Cárdenas, de la que siempre se sintió muy orgullosa.  Su padre era maquinista de central, por lo que en época de zafra debía trasladarse a los lugares donde estuvieran solicitados sus servicios.  Durante esa etapa la familia vivía como en las "vacas gordas".  Su padre devengaba un buen salario durante los meses de zafra, en los cuales acudía como el resto de la cuadrilla, a las tiendas del Central en busca de víveres y el atuendo que vestiría su prole.  Bonifacio era un hombre que se encargaba de todo, así que el día de compras se iba con los niños y mi abuela a la tienda, y en materia de alimentos todo lo compraba por sacos, en cuanto a la ropa y el calzado, acostumbraba decirles : "Ponte esos zapatos (por lo general, unos 'paquetetumbo' para que duraran bastante); ¿cómo te quedan, bien?  Pues nos los llevamos". Y  poco importaba que les quedaran tipo payasito, esos eran los que eran, y punto.

Durante el ' tiempo muerto', la familia regresaba a la Habana, al barrio de Cayo Hueso del cual ella nunca renegó, y siempre aludía a esa etapa en la que le cogió 'mala voluntad' a la harina con leche, pues era lo único que se echaba en el estómago durante todo el día, y eso que para esa época ya contribuía al sustento de la familia, y donde conoció a su comadre Digna con la que mantendría una bella amistad hasta el final de sus días, quien vivía en la misma cuadra que Kid Chocolate, por cuya ventana alguna vez pasamos y lo vimos ya muy deteriorado por los años y los golpes recibidos en su vida de boxeador profesional.

Mi madre y dos de sus hermanas, Esther y Virginia, tenían un  gusto exquisito, que se evidenciaba en sus atuendos,  por lo que decidieron convertirse en promotoras de la moda, adquiriendo los oficios de modistas y sombrereras. Volcaron su potencial en el desarrollo del buen vestir de muchas mujeres, tanto de las menos favorecidas económicamente, como aquellas de la más alta sociedad habanera. En especial mi madre, desarrolló un gusto muy refinado y una gran afición por los zapatos. Su pasión era ir a El Encanto, a la peletería Merry Go Around a comprarlos de última moda. Tal vez fue una reacción muy 'femenina' a aquellos tiempos en que su adorado padre tomaba las decisiones por ella.Su formación profesional estuvo a cargo de una modista francesa radicada en la capital, quien la trataba como a su hija, le enseñó el oficio y en un momento determinado, le dio albergue en su taller.

Poseía, como buena Piscis, no sólo un gran talento creativo sino, además, artístico.  Gustaba de tomar parte en representaciones teatrales y tenía una bella voz, con la cual recreaba a familiares y amigos en las actividades festivas.  Solía contar cómo, en una época en que confeccionaba algunas prendas del vestuario de la Unica, Rita Montaner,- que por aquel entonces se presentaba en el Teatro Martí-, ésta, ante el descubrimiento de sus facultades vocales, la indujo a entrar en el mundillo artístico, pero mi madre no se sintió tentada de intentarlo siquiera, su mundo era la moda.

Mujer de gran sensibilidad humana y artística, tenía predilección por el baile, en particular, el danzón.  Su mayor entretenimiento era participar en las giras bailables que se ofrecían en los Jardines de La Tropical o la Cotorra.  Acudía a ellos, como la mayoría de las asistentes, con sus vestidos "de domingo" que ella misma se confeccionaba y causaba sensación al acompañarlos de preciosas pamelas que le hacía su hermana Villo.  Fue en una de esas giras que conoció a mi padre, quien según ella, en aquel momento "era un desastre". Mi madre tomó bajo sus riendas al díscolo de mi padre, y lo transformó en uno de los hombres  más elegantes de su época, a la par que se convertía en un importante empresario.  Dicen que detrás de todo gran hombre hay siempre una gran mujer y, este fue el caso.

 La verdad era que conformaban una pareja extraordinariamente atractiva.  Mi madre era una mujer bellísima y mi padre un hombre muy apuesto.  Cuando decidieron formar una familia tomaron una sabia decisión:  mi madre sería la reina del hogar y mi padre, el que mandara de la puerta para afuera. Y así fue como la casa (cualquiera  de las cuatro que construyó mi padre para ella) devino dominio absoluto de Margarita, Cantaclaro, como ella misma solía llamarse. Y mi madre se abstuvo de interferir en los negocios de mi querido padre.  (Menos mal que en un momento de lucidez mi madre puso la última de las casas a su nombre, y como existía separación de bienes, pudimos conservarla a pesar de las locuras lúdicas de mi padre).  La educación de mi hermana y mía devino la principal actividad de mi madre, y en el caso mío, no me puedo quejar.  Cuidó con esmero que tuviese una amplia formación académica junto a una educación más que liberal para la época.  Su principal lema:  para ser una mujer independiente tienes que poseer independencia económica.  Por ello, aun cuando no le hiciese falta, jamás dejó de ejercer su oficio, ni siquiera en su lecho de muerte.

Nos enseñó el valor irremplazable de la familia y fue un ejemplo vivo de abnegación y consagración.  Sus lazos familiares estaban por encima de cualquier diferencia ideológica y nos inculcó el amor al deber y a la Patria. Era una redomada martiana. Dejó de lado toda conveniencia personal ante las obligaciones materno-filiales.  Y sobre todo, nos enseñó cada día a ser una mejor persona con su ejemplo, educándonos en el amor al prójimo y la convivencia.  Fue una vecina querida y respetada por todos los que la conocieron.  Amiga leal, siempre dispuesta a 'echarle una mano' a todo el que lo necesitara. Y una Abuela ejemplar.

Por todo ello, hoy a un año del que sería su primer Centenario, quiero levantar mi copa y decir:  Felicidades, Mima Margot.

domingo, 12 de febrero de 2017

Canchánchara aquì y Canchánchara allá...Amigos, a disfrutar

Llega el 14 de febrero y quiere la vida de la mano de tres jovenes emprendedores que podamos brindarle a nuestros seres amados (novios, esposos, amigos, familiares), la posibilidad de pasar una noche inolvidable, aquí en Valencia, cargada de cubanía.  A esto ha contribuído un equipo integrado por hispanos y cubanos amantes de la tradición trinitaria y de la 'buena onda', deseosos de brindarnos lo mejor de su talento,para hacernos pasar un buen rato, no sólo en el aspecto culinario.
 
La Canchánchara es un local recién abierto en esta ciudad, en el que podemos saborear algunos de los platos más conocidos de la gastronomía cubana:  macho asado, congrí, plátanos fritos verdes (chicharritas, a puñetazos), yuca con mojo y otros más igual de apetitosos, así como acompañarlos con bebidas y cócteles de igual nacionalidad, sin contar los postres.Es precisamente uno de esos cócteles el que da nombre a este local.

 La Canchánchara, cuyo origen se remonta a la época de las Guerras de Independencia, cuando los mambises para protegerse del frío y de las enfermedades respiratorias, preparaban un licor a base de aguardiente (ya que era lo que tenían más a mano, producto de la caña de azúcar al igual que el ron), miel y algún cítrico.  Por lo general, lo tomaban caliente pues su objetivo era calentarse.  Aunque se convirtió con el tiempo en la bebida representativa de Sancti Spiritus, su creación se produjo en las regiones orientales. La elaboración de dicho coctel se trasmitió de generación en generación gracias a la tradición oral.  

Cuando en el 2010 decidí realizar junto a dos amigas una gira por una gran parte del territorio nacional cubano, grande fue mi sorpresa al conocer este local, cargado de historia y en él se podía consumir una 'canchánchara' . Originalmente esta bebida se tomaba en 'jícara', (vasija hecha a partir de la corteza de la güira), más a raíz de la puesta en marcha del proyecto de rescate de esta tradición, los integrantes del equipo de trabajo del Museo de Arquitectura de la ciudad promocionaron el uso de una vasija de barro que imitaba dicha forma para expender la referida bebida.  Actualmente, el lugar es uno de los más visitado por aquellos que deambulan por dicha Villa, Patrimonio de la Humanidad, y aunque en sus inicios se tomaba caliente por los aguerridos mambises, hoy por hoy se utiliza hielo en su preparación, manteniéndose el resto de los ingredientes, incluyendo la miel que le aporta un delicioso sabor dulzón.  Eso sí, CUIDADO, es tan fácil de beber que puede 'ponerte sabroso' en menos de lo que canta un gallo.

Además de poder degustar el mencionado cóctel, es posible disfrutar de música en vivo tradicional, interpretado por diferentes grupos de la localidad. Incluso, hasta aprender a tocar algun instrumento tradicional como el tambor. Y, antes o después realizar un espléndido paseo por la ciudad, una ciudad que es en sí misma un Museo vivo, pues en sus casas centenarias viven muchos de sus habitantes que guardan con celo gran parte de sus bienes heredados de sus ancestros.  Como la familia Moreno, en cuya casa viví durante un tiempo compartiendo con abuelos, tíos y sobrinos orgullosos de sus tesoros, y que fuera utilizada por el ICAIC (Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográfica) en la producción de la película cubana "El Hombre de Maisinicú".  Actualmente se encuentra ubicada en dicha residencia colonial la sede de la ACAA (Asociación Cubana de Artesanos Artistas) y en su salón principal se exhiben las prendas primorosamente tejidas por sus miembros, auspiciados por mi gran amiga Isaura.

Trinidad es una ciudad a la cual siempre me he sentido muy ligada, no sólo por lazos familiares (aún viven en ella integrantes de la familia Zayas) sino por toda la historia que guardan sus rincones. No olvidar que fue una de las siete primeras villas fundadas por Velázquez.  Tal vez fuera ella, la cual de una forma muy sutil, me metiera en la cabeza la idea de convertirme en historiadora de arte, seguramente conquistada por su arquitectura colonial que parece detenida en el tiempo.  De todos modos, es una ciudad que ocupa un lugar muy especial en mi corazón y en mis recuerdos.



domingo, 5 de febrero de 2017

De lo real maravilloso...las Posadas de mi Habana







En la vida de toda persona hay lugares que guardan un significado muy especial.  Y, éstos son para mí, las Posadas de la Habana.


La primera vez que puse mis pies en uno de estos establecimientos, la verdad fue que quedé 'puesta y convidada'.  Sucedió unos días antes de contraer mis primeras nupcias.  Ya habíamos dado las primeras firmas, tanto en la Iglesia como ante el Notario, y nos sentíamos casi ya marido y mujer.  Por ello, decidimos, de mutuo acuerdo, hacer efectiva la consumación del matrimonio.  Mi novio-marido o mari-novio como decimos en Cuba, quien era ya un hombre hecho y derecho, tenía experiencia en esos menesteres y escogió un lugar que él consideraba apropiado para ello: una Posada, cercana al Parque Maceo.
 No más entrar, un escalofrío me recorrió la espalda.  Estaba de pie en un lóbrego pasillo, frente a un empleado en penumbras, el cual se limitó a darnos la llave sin siquiera levantar la vista, por discreción.  Llegamos a la habitación, esperamos los tragos que habíamos pedido,  pero de ahi no pasó. Todo me daba a entender que lo que pretendíamos hacer no 'era bien visto a los ojos del Señor' (para esa etapa de mi vida, sólo me restaba la Extremaunción) Y esa no era la idea que yo tenía de mi primera vez. Mi consorte se percató de mi desasosiego y pidió la cuenta.  Nos marchamos en silencio y nunca más volvimos a tocar el tema.

Pero la vida no es como uno se la imagina, y después de mi primer divorcio, me ví en la necesidad de utilizar muy a menudo los servicios de esos lugares que Wikipedia describe como establecimientos hoteleros sitos en las afueras de las ciudades y donde los que por alli rondan pueden disfrutar de alojamiento y además, de comida y bebida. 

 De todos es conocido las dificultades de una pareja en Cuba a la hora de buscar intimidad debido a los graves problemas de vivienda; pero para suerte mía, durante los finales de los años 60 y los 70, época que coincidió con un nuevo sentido de la libertad sexual, pero sin caer en el libertinaje, aún existían múltiples lugares llamados Albergues INIT donde poder alcanzarla con un mínimo de condiciones: agua fría y caliente, sábanas y toallas muy muy limpias, habitaciones aseadas y pintadas, aire acondicionado, ofertas de bocadillos y bebidas, por precios módicos.  Imagínense que en esa etapa yo estaba becada en F y 3ra
y mi estipendio era de doce pesos moneda nacional, y nos alcanzaba para dos fines de semana, pues mi novio, de ese momento, no trabajaba aún.  

Fue en esa época, para mi maravillosa porque vivía por y para el amor, que conocí la mayoría de estos establecimientos: entre otros, las casitas de Ayestarán, la Canada Dry, la de Vento,
la de la Calzada del Cerro y Boyeros y, por supuesto, 11 y 24 donde tuvimos la dicha de engendrar a nuestra hija, en una habitación alumbrada no sólo por los destellos del amor sino también por la brillante luz que entraba por sus amplios ventanales.

Muchas personas relacionan estos lugares con citas prohibidas,y quizás tengan toda la razón, pues muchos de ellos eran utilizados por parejas para cometer sus infidelidades, pero en esa época ése no era mi caso.  Después de mi primer divorcio, yo le habia cedido mi apartamento a mi hermana menor y, por ende, no podía utilizar mi cuarto para mis encuentros amorosos.  No en ese momento.  Aún se guardaban las apariencias, así que no quedaba otra que acudir a esos sitios o, como en alguna que otra ocasión, a una casita de campaña alquilada en las arenas de Santa María del Mar, pues los hoteles costaban una media de entre 10-20 pesos moneda nacional por noche, y si urgía mucho y no había dinero, al siempre 'activo' Parque Almendares. 

Años más tarde,y como consecuencia de la grave crisis habitacional que obligó a las autoridades a convertir algunos de los Albergues INIT en albergues para la población,(aunque ya muchos de ellos estaban en franco deterioro), conocería de otros lugares como las Casitas de Piedra de la Monumental, hoteles de primera como el Sevilla
o el Victoria que a pesar de estar reservados para 'lunas de miel' se podían 'resolver' por horas; o el Comodoro si tenías la suerte de tener un novio militar,  casas de playa tanto en Santa María como Guanabo y Varadero, hasta que aparecieron en el 94 los 'rooms for rent', con todas las comodidades de un hotel pero a 'precios de turistas', y que en ocasiones, hasta piscina tenían.

Es cierto que ya para el años 70 yo disponía nuevamente de mi apartamento, pero mi casa seguía siendo 'sagrada', y eso que mi madre nunca me dijo nada al respecto, pero yo tenía por principio que a mi vivienda sólo iba aquel que hubiese tomado en serio nuestra relación y estuviera dispuesto a hacerlo valer.  Claro que no todas estas relaciones terminaron en el Juzgado, pero sí fueron muy serias y comprometidas.

Hoy por hoy, echo la vista atrás y me percato que en este mundo de lo 'real-maravilloso' mis recuerdos de aquellos establecimientos, ya casi en extinción, están llenos del amor que en ellos disfruté y que me brindaron todos aquellos con los que compartí.

Felíz Dia del Amor