domingo, 31 de enero de 2016

La soledad no siempre es una mala compañía

Para la mayoría de las personas, la soledad es sinónimo de tristeza.  Pero, en mi opinión, a veces, puede convertirse en una magnífica compañera.

Cuando en l954 mis padres decidieron darme una hermanita creyeron, erróneamente, que sería algo muy bueno para llenar mi "soledad".  Sin embargo, la verdad era que yo nunca me había sentido "sola".  Tenía mi tiempo más que ocupado entre las actividades docentes y mis juegos en "solitario".  Llenar mi "tiempo libre" de las maneras más disímiles se convirtió en todo un reto.  Nunca lo consideré una experiencia negativa sino todo lo contrario.  Fue algo que contribuyó ampliamente a forjar tanto mi caracter como mi temperamento.

Pasaba largas horas jugando sola a las "cuquitas de papel".  Me sentaba en el suelo de mi habitación con mis lápices de colores ( me compraban unas cajas de 48 colores de una marca francesa cuyo nombre no logro recordar), mis tijeras para recortar papel, las revistas de figurines (moda) de mi mamá y las hojas de papel timbrado de la compañía de mi papá que le "robaba" de su escritorio.  Comenzaba, entonces, todo un proceso de producción: diseñaba el vestuario y los accesorios, los coloreaba y recortaba y se los "probaba" a las cuquitas de "Loretta Young" o de "Sissi Emperatriz".  En ocasiones, escogía alguna "modelo" que estuviera en ropa interior o en traje de baño,  de las revistas Bohemia o Vanidades, la recortaba, la pegaba sobre cartón y le hacía mis creaciones.

Como me gustaba interactuar con ellas, les "creaba" los ambientes.  Para ello utilizaba el juego de dominó de la casa .-era azul y blanco.-.  Diseñaba las habitaciones:  el salón con un sofá, dos butacas y una mesa de centro; el comedor con una mesa larga y varias sillas; el dormitorio con una cama de matrimonio y sus mesillas a los lados y un largo chaise-longue; el cuarto de baño con una bañera, el WC y el lavabo.  No hacía cocina, porque allí tenía prohibido entrar.  Y en el jardín, un auto para pasear.  Todo era muy entretenido.  Una vez concluída esta fase, comenzaba la verdadera diversión.  Las muñequitas se convertían en mis "personajes" con sus propias vivencias.  Contribuían ampliamente al desarrollo de mi imaginación y a un mejor uso del lenguaje.  Y algo que quiero dejar claro: nunca necesité un amigo "imaginario".

Otro de mis pasatiempos preferidos en "solitario", fue desarrollar el hábito de la lectura.   Con apenas 7 años, mi madre decidió que el mejor regalo para una niña eran dos colecciones de Arte Universal.  Sinceramente, en esa época no valoré mucho su regalo.  No me hacía a la idea de enfrentarme con un Platón o un Cervantes. Su verdadero valor lo encontré cuando llegué a mis estudios secundarios y superiores, al percatarme de que poseía los textos a estudiar, los que contaban con argumentadas introducciones sobre los mismos. De pequeña me entregaba a la lectura de las obras infantiles de José Martí, los hermanos Grimm, Andersen y muchos otros que cayeron en mis manos.  Había libros de toda clase: ilustrados e incluso, con páginas que se convertían en escenas.   La lectura  fue mi gran compañera.  Me llevó a conocer no sólo maravillosos lugares sino increíbles personajes con los que participé en incontables aventuras como "La niña de las Cerillas", "La niña en la Piel de Onagro" ," la pequeña Pilar y sus zapaticos de rosa" o mi querida "Leonor, la Muñeca Negra".  Y contribuyó en gran medida,no sólo a hacer de mi una mejor persona, sino también a profesar este, mi amor por las letras.

Más, no todo era paz y tranquilidad cuando compartía conmigo misma. En cuanto la televisión llegó a Cuba, mis padres me regalaron un aparato que instalaron en una estancia cerca de mi habitación.  A ella tenía acceso libre. El permanecer frente a la tele para ver las películas de Blanquita Amaro o de Tongolele  contribuyeron  a fomentar mi pasión por el baile.  Yo quería ser "rumbera".  Y aunque no fue ese mi destino, el baile siguió siendo, a lo largo de mi vida,  mi actividad física preferida.  Contribuyó enormemente a mi desarrollo físico e intelectual, pues de todos es conocido que el baile es una magnífica actividad física y que como tal, contribuye a un mejor riego sanguíneo y , por ende, a un mayor desarrollo mental.

El hecho de haber aprendido a sentirme bien en "solitario" me ayudó mucho a soportar las horas y horas de práctica necesarias para llegar a ser un buen instrumentista o un buen estudiante.  No consideraba estas actividades como una "carga pesada".  El estudio individual, en cualquiera de sus modalidades,  pasó a formar parte de mi cotidianidad y, de hecho, una de las mejores partes.  Pero, a su vez, me condujo a convertirme en una persona muy paciente (hoy por hoy entre mis mayores pasatiempos está el armar grandes puzzles y completar crucigramas).  Y, también, me enseñó a afrontar mucho mejor los contratiempos y calamidades de las que no están exentas nuestras vidas. Y, en modo alguno, me hizo convertirme en un ente huraño ni poco sociable.  Por el contrario, valoro en mucho el compartir con los demás, tanto como valoro mi propio espacio. 

Alguno habrá que encontrará un poco contradictorio el que una persona que ha tenido tantas relaciones de pareja  y que le encanta compartir con los amigos diga que la soledad no siempre es una mala compañía...pero es la pura verdad.  El estar  a "solas" nunca me ha hecho sentir que estoy "sola".


domingo, 24 de enero de 2016

Una adolescencia extraordinaria....aquellos increíbles '60

Quiso el destino que mi adolescencia, esa etapa que transcurre entre los 10-12 hasta más o menos los 20 años, coincidiera con la llamada "época prodigiosa": los increíbles años '60.  Época de grandes acontecimientos dentro y fuera de nuestro país.  Eventos políticos y sociales que marcarían definitivamente a los integrantes de esa generación positiva o negativamente.  Fuimos testigos y parte de esa historia.  Y yo lo considero un privilegio.

En los primeros años de la década, pasé de estudiar en una escuela primaria privada a una escuela secundaria pública.  De tener una vida llena de sueños infantiles (incluídos los Reyes Magos) a enfrentarme a cambios que no comprendía.  El país se vio inmerso en profundas transformaciones, entre ellos la universalización de la enseñanza y con ella, la Campaña de la Alfabetización.  Miles de jovenes dejaron las aulas para enseñar a leer y a escribir a otras tantas personas en las ciudades y en los campos. Se suspendieron las actividades lectivas en las escuelas. Mi madre no entendió el papel que debíamos jugar los estudiantes secundarios en ese momento.Y, por ende, no me permitió sumarme a la Brigada de Alfabetizadores con mi tía Ester Balmaseda.   En su lugar y,  haciendo gala de su máxima más querida: "El saber no ocupa lugar" , me matrículó en la Academia  Almirall en la Habana Vieja donde me hice taquígrafa-mecanógrafa bilingüe junto con mi hermana Niti. Con ella acudía al referido Centro tres veces por semana y una vez terminadas las sesiones, nos ibamos a esperar a que nos recogieran a un café cercano en el que saboreábamos una exquisita leche malteada acompañada de tostadas y en el que conocí, por primera vez, las sillas Thonet.

Fue la etapa en la que aprendi lo que es ser gregario.  Me encantaba andar con el "grupo"  Primero, fue el integrado por los "socios del barrio", que en realidad no eran los de mi barrio sino los de casa de mi Madrina. Con  ellos compartía los domingos desde muy temprano cuando nos citábamos en la capilla de Belén a oir la misa de las 7 am.  Después de desayunar (pues a misa se iba en ayunas para poder comulgar), nos reuníamos en casa de alguno de ellos a escuchar música pop hasta la hora del mediodia. Nos regresábamos a las casas a almorzar para poder llegar a tiempo a la matiné del cine del barrio que empezaba a las 2pm.  En él veíamos 4 pelis  por sólo 40 centavos. Entre tandas, nos ibamos a la cafeteria a tomar refrescos, helados, galleticas u cualquier otro "tentempie" que nos permitiera resistir hasta las 8 pm, hora en que terminaba la función.  Era el cine Omega poseedor de una de las mejores pantallas cinematográficas de la zona y su natural inclinación hacía que la visión de la misma fuera casi perfecta desde todos los ángulos.  Pero, además, para mí tiene un gran valor sentimental.   Entre las cortinas que daban acceso al recinto, recibí MI PRIMER BESO DE AMOR.  Fue tan sensacional el efecto que me causó, que aún cuando ha pasado más de medio siglo desde aquel momento, sigue vivo en mi el recuerdo sensorial.  Y mas  aún  su protagonista, quien se convirtió en mi primer amor adolescente. Pero, como casi siempre sucede: el hombre propone, y la mujer, dispone.  Se fué a alfabetizar y cuando regresó, pues como dice el dicho: "A rey muerto, rey puesto".  Eso de las largas esperas no ha sido nunca mi fuerte.

Por esta época, a la vez que nos sentíamos fascinadas por la conquista del espacio por el hombre, sentíamos la necesidad de integrarnos al proceso que estaba teniendo lugar dentro del país.  Oíamos hablar de la "liberación de la mujer" aunque en realidad no lo teníamos muy claro.  Queríamos ser modernas, independientes pero, a la vez, nos atraía la estabillidad de la en aquel entonces llamada, "moral burguesa".  Todas soñábamos con el "principe azul" con el cual viviríamos "felices para siempre" después de una boda de ensueños.

Por esta época, pertenecía también al gupo de los "Chicos del Callejón".  Nos reuníamos en casa de mi prima Yola en el Callejón de Espada a escuchar en su tocadiscos de maleta, los discos de Paul Anka, Nil Sedaka, Davidson, Belafonte. Y a bailar lo mismo la Pachanga, que el Rock'n roll, que el Calipso.   Algunos los encargábamos en Radio Kramer, otros  nos los traían nuestras tías de Puerto Rico.  Allí escuché por vez primera a Los Beatles, Los Rolling Stones, y otros más mucho antes de que los pusieran en el programa radial de Nocturno o se estableciera la censura de la música foránea. A la vez, nos incorporábamos a la vorágine de los nuevos tiempos, acudiendo a las movilizaciones en la OTV (Organización para el Trabajo Voluntario) o a excursiones para conocer a Cuba primero y al extranjero, después.  Fué así como disfruté de excursiones a precios muy módicos a Viñales, la Ciénaga de Zapata, la Hacienda Cortina y otros sitios de interés.

Más adelante, cuando ingresé en el Pre, cambié de "grupo".  En esa época aún existían los Black Jackets.  Eran "pandillas" de chicos del Vedado que andaban en motos y vestían chaquetas negras de cuero, aun bajo el calor asfixiante de nuestro verano, muy al estilo de aquel "rebelde sin causa".  Por esa época, las chicas llevaban sayas de uniforme de diferentes colores, según el Centro al que pertenecían:  las de la Víbora eran rojo vino, las del  Pre de La Habana, negras y las del Vedado al cual yo asistía, azules.  Y les poníamos rayas blancas que indicaban el curso al que asistíamos. No recuerdo el color del Pre de Marianao.  Más tarde, cuando la reforma educacional, las secundarias y los pre-universitarios pasarían a utilizar el mismo uniforme de saya gris-verdosa, y el bachillerato pasaría de 5 años a sólo 3 y se implantaría el Exámen Mundial, el cual me negué a efectuar  porque lo consideré una falta de ética contra todos mis esfuerzos por obtener las calificaciones que obraban en mi expediente.  Lo que me llevó a convertirme en una de las pocas graduadas universitarias que no poseen el título de Bachiller, puesto que logré entrar a ese alto Centro Docente  por examen de ingreso.

 Por curiosidades de la vida, durante estos años, seguía siendo la misa nuestro punto de encuentro. Pero, en esta etapa, era la de las 9 am en la Iglesia del Carmen.  Alli acudíamos las  que en el III año seríamos conocidas como las "ABELARDITOS" del grupo 21  (así nos llamaban nuestros compañeros a Idia, Ida, Alexis y la que les habla).  Hoy nos llamarían las "CRACKS"   No porque fueramos las mejores, sino, porque nos pasábamos los sábados  por las tardes y los domingos por la mañana, con la vista pegada a los libros.  Todas ejercíamos de MONITORAS de distintas asignaturas y nuestras calificaciones siempre eran altas. Cumplíamos con todas las actividades, incluyendo las de trabajo voluntario en la fábrica de bombones "La Estrella", donde nos adverían que podíamos comernos todos los bombones que quisiéramos pero, no  podíamos llevarnos ninguno a casa. En ocasiones, nos dedicábamos a "armar" los estuches para huevos. En fin, formábamos parte de la plantilla de las Alumnas Ejemplares de la UES (Unión de Estudiantes Secundarios).

Y, como es lógico suponer dadas las circunstancias, no había mucho tiempo para "actividades extraescolares" de tipo romántico,. Así y todo, para ese entonces  tenía novio "oficial". Él  se encargaba de recogerme tanto de la escuela como de la casa de estudios. Los sábados, en el Vedado en casa de la abuela de Alexis ; los domingos, en la de Idia , en Centro Habana, muy cerca del Parque Trillo.  Esto era toda una contradicción, pues por una parte los Reyes seguían trayéndome muñecas y por otra parte, yo me iba convirtiendo en una "muñequita tropical" en busca de su Rey.

Esta fue la época en que aprendí a fumar.  Mi madre, que fue una empedernida fumadora, me pedía siempre que"le encendiera el cigarrito"  para ella no perder tiempo de su trajin.  Poco a poco, fui adquiriendo el mal hábito de fumar.  Mi amiga Natalia, una rusa hija de españoles que habían sido enviados a Rusia cuando la guerra  y que estudiaba en el Pre, se sentaba en el Parque Mariana Grajales a fumar y me invitaba a compartir con ella ese "disfrute". Y el "bicho" se me metió dentro. Como todas las adolescentes deseaba "ser" mayor, y el fumar se entendía como un signo de "madurez". Aunque nunca fumé más de 4 o 6 cigarros al dìa, fue lo suficiente para que años más tarde  mi cuerpo se rebelara y sufrí una serie de neumonías a repetición .  Fue entonces que decidí dejar de fumar por el bien de mis pulmones, mis bronquios y  mi bolsillo.


De esta época prodigiosa , los '60 queda aun mucho por contar, así que espero verlos por aqui la próxima semana.  Una vez más les reitero las gracias por su tiempo y nos vemos pronto.  Feliz Domingo.


domingo, 17 de enero de 2016

De las colas (continuación)....Anécdotas memorables

Pues bien, una vez llegado mi turno, debo proseguir con la "cola" de esta entrada.

De las múltiples anécdotas de mi vida en las que se ha visto a la "cola" actuando como protagonista, sólo referiré tres de muy diversa índole.

Acerca de alguien que quiso ser muy "listo"

El Supermercado de 5ta y 42, es uno de los más frecuentados por determinados habaneros para satisfacer algunas de sus muy variadas necesidades.  En mi caso, acudía a él en busca de ciertos víveres a los cuales podía acceder gracias a las remesas de mis hijos y a mis clases particulares.  Una mañana, esperando en la "cola" de la caja para abonar la compra, siento de pronto una voz que me dice:  "Permiso"  y quien así expresó se plantó delante de mi con intención de violar el "sagrado orden de la cola".   Pero, como siempre, mis reacciones fueron inmediatas.  Le toqué en el hombro, y cuando se volteó, le espeté:  "Disculpe, pero me parece que Ud. va detrás de esa señora".  El susodicho me dijo mostrando su mejor sonrisa:  "Soy el Tosco y estoy apurado". A lo que yo, sin inmutarme, respondí : "Soy Adriana, y también estoy apurada. Y, ahora, me toca a mí".  Él comprendió la inutilidad de la gestión y se recolocó en su puesto, manteniendo su sonrisa. Y yo continué mi camino a sabiendas de que el turno de la "cola"  es algo inviolable pues, ante ella TODOS SOMOS IGUALES ( o al menos así lo estimo yo).

De mis aventuras amorosas

En septiembre del 66, obtuve una beca para relizar estudios en el Instituto Pedagógico Superior "E.J.Varona" de la Universidad de la Habana.  Nos presentamos unos 300 aspirantes y mientras hacía la "cola" para realizar la entrevista, mis ojos se cruzaron con los de un joven.  No era aquel muy alto pero sí corpulento. Y, poseía un rostro sumamente atractivo.  Lo supe enseguida.  Aquello era AMOR A PRIMERA VISTA.  Una vez concluídas las actividades de la pre-matrícula, nos reencontramos y juntos descendimos por la Escalinata rumbo a la Rampa.  Sin mediar palabra, él posó su brazo sobre mis hombros y comprendí, que a partir de ese momento, nuestros destinos estarían indisolublemente unidos. 

Y así ha sido.  Nuestra hija y nuestros nietos, nos han mantenido unidos más allá de cualquier otro vínculo.

De cómo me gané "un Angel de la Guardia" en vivo y en directo

A mediados de los '80, estaba haciendo la "cola" esperando el bus frente al cine "La Rampa" en el Vedado. De pronto, me viro y veo unos impresionantes ojos de mirada felina engarzados en un rostro muy interesante sobre cuyas sienes caían, casi sin quererelo, largos mechones color de miel.  La visión de este rostro fue impactante.  Mas, estaba segura que no era la primera vez que lo veía.  Su dueño no me parecía del todo desconocido.  Sin pensarlo dos veces, me dirigí hacia él y le dije:"Yo te conozco".  Y, acto seguido caí en la cuenta y le comenté: "Tú eres el joven que me salvó la vida en la ruta 20".  Aquí va la historia de lo acontecido.

Poco tiempo atrás, regresaba con mis dos hijos pequeños de mi acostumbrado viaje a la cafetería Kasalta o al muro del malecón frente al Torreón.  Acudía allí varias veces al mes para que mi hijo pudiera aspirar el yodo del mar y así aliviara su asma.  Como casi siempre lograba sentarme en el asiento trasero del bus, ponía a cada uno de los niños a dormir a lo largo del asiento, quedándome yo en el centro.  Una noche, se me acerca un individuo y me dice que me corra de sitio, que él se quiere sentar allí.  Intento explicarle la situación e incluso hacerle ver que existían múltiples asientos libres.  El individuo insistió y al no lograr su cometido, hizo ademán de sentarse sobre mis piernas.  Yo reaccioné empujándole. Cual no sería mi sorpresa al ver que, al voltearse, abrigaba la intención de atacarme con el cuchillo que portaba en la mano.  En ese instante, ví como el joven que iba sentado en el asiento delante de mí se paraba de un salto, se agarraba de los pasamanos del techo y con sus largas y vigorosas piernas empujaba al atacante. Este cayó al suelo y una vez alli, gracias a sus conocimientos de las artes marciales, le despojó de su arma.  Como en ese momento llegábamos al final del viaje, la puerta trasera se abrió y en lo que el joven se viraba para saber si yo estaba bien, el individuo se apeó del bus y echó a correr.

  Mi "salvador" que venía con su abuela, notando mi estado de excitación y previendo algún posible contratiempo, decidió acompañarnos hasta la casa.  Una vez alli, me dí cuenta que con tanto nerviosismo, no había tenido ocasión siquiera de presentarme ni de agradecerle su noble gesto.  Y eso me causó una honda pena.

Durante algún tiempo, estuve pendiente por si encontraba la ocasión de hacerle patente mi agradecimiento. Ya casí había perdido toda esperanza de lograrlo cuando.- por esos inexplicables giros del destino-, la vida,  valiéndose de esa entrañable "red social" que es la "cola" me brindó la oportunidad de zanjar mi deuda de gratitud . En esos momentos, se inició una de las más bellas relaciones de amistad que he conservado, con el mayor orgullo, a lo largo de mis días.  La que construí con aquel encantador y valiente joven a quien estaré eternamente agradecida y cuyo nombre merece un lugar en esta historia:  Ramón Verdecia. 


Y, aunque del tema de las "colas" hay aún mucha tela por donde cortar, sólo quiero antes de despedirme hacer una breve acotación: ¿Ha sufrido alguno de Uds. la angustiosa espera que se produce en la "cola" de un baño público durante los Carnavales, después de haber ingerido unas espumantes y refrescantes cervezas?

Amigos, gracias por su tiempo y espero no se vean nunca en esta situación extrema.....


domingo, 10 de enero de 2016

De mi presente histórico: las "colas"

Durante uno de esos enloquecedores días de limpieza general que tanto gustan a mi hija, quiso el azar que llegara a mis manos un curioso ejemplar.  Era un libro, no muy extenso, sobre la Cuba de los '80.  Escrito por un grupo de periodistas españoles que ofrecían su visión sobre la Isla y sus habitantes.  Uno de esos artículos captó  poderosamente mi atención.  Versaba sobre las "colas", a las que su autor consideraba como algo intrínseco y peculiar de los cubanos.  Ipso facto, mi mente se pobló de vivos y variados recuerdos.

Las "colas" constituyen un fenómeno social que generan, sobre todo en Cuba, su propia mecánica social. En mi casa, como en muchas otras, existían dos tendencias.  La de quienes  las consideraban como algo odioso y una gran pérdida de tiempo, (como mi madre) y la de aquellos que las consideraban, si bien absolutamente prescindibles, como un "mal necesario".  Entre estos últimos estábamos mi  padre, mi tia Celia y yo.  No es que me declare defensora a ultranza de las "colas" , simplemente intenté ver "el lado bueno" de las mismas, como siempre hago.  Ya que formaban parte de mi vida, ,. y una buena parte-, pues mejor encontrar la forma de sacarles el mayor provecho.

Su papel como "red social" es indiscutible (ni siquiera Facebook logra superarla) y además, constituía una muestra de primera mano de los variados tipos socio-sicológicos de nuestra población.  Desde aquel que hacía la cola sin importar su objetivo hasta aquel  otro que hacía de la misma su forma de vida. A propósito del primero, recuerdo una vez que estaba en la parada de la ruta 20 sita en Calzada y D, en el Vedado. Vi alli a un señor y una señora colocados de forma lineal  siguiendo el trazo que en el suelo dejaba  un poste y yo hice lo propio.  Al cabo de un rato, vino una señora mayor y me preguntó muy dulcemente: "Mi'ja, ¿ para qué es la cola?..A lo que yo respondí, sin inmutarme:  "Mi vieja, para coger sombra".  Debo agradecer  a esta incesante actividad "colística" el incremento del número de mis relaciones interpersonales,  un conocimiento más profundo del ser humano, la posibilidad de ejercitar la solidaridad y hasta la oportunidad de incrementar mi average de citas en el Registro Civil. (Tres de mis romances "coleros" terminaron en boda).  Todo ello me llevó a considerar a las "colas" más como una "inversión" que como una pérdida de tiempo.

Tal vez, influyera en este modo de ver las cosas, la actitud de mi tía Celia.  Mujer activa y emprendedora cuyo fin primario era " satisfacer, al máximo, las necesidades materiales  y espirituales siempre crecientes de sus sobrinos y ahijados" , entre los que se incluían mis hijos.  Era ella quien se pasaba el día "marcando" de cola en cola:
- en los almacenes y tiendas para obtener los juguetes y productos industriales;
- en el Pío Pío de la Avenida del Puerto para conseguir las raciones de pollo frito y degustar su enjundioso caldo;
- en el Ten Cents de la calle Obispo, para tomarse su café con leche y unas tostadas;
y en multitud de lugares más. Siempre dispuesta y con su mejor sonrisa.

Todos sabemos que las "colas" están presentes en todo el mundo en nuestro día a dia. Pero, es en nuestro querido país donde se convierten en algo vital desde que nos levantamos hasta el final de la jornada, partiendo de:
- la cola para el baño a primera hora de la mañana (la mayoría de nuestras casas sólo cuentan con uno);
- la cola del pan, de los "mandados", la del periódico (lugar predilecto de los jubilados); la del autobús, la del comedor escolar o laboral, la del cine, la del restaurante o la cafetería, la de la disco,  la del campismo, la de las papas (todo un acontecimiento que se desarrolla a partir de ese increible grito:  " Caballeros,llegó el camión". La de la pipa del agua, en la que los cubos, cubetas y palanganas sustituyen a las personas. Eso sin contar las innumerables "colas" para resolver cualquier asunto oficial.  Es  así, día tras día,  los 7 días de la semana, los 365 días del año (366 si es bisiesto como este 2016).. 

Sin embargo, debo constatar que hay "colas" y  COLAS"  Entre estas últimas ubicaría:
- las de las pizzerías (Monte Catini, Vita Nuova, Torna Sorrento y, en especial, las de Varadero),
- las de la heladería Coppelia, 
- las de los Festivales del Humor, de Teatro, de Ballet, del Cine Latinoamericano,
- las de las Ferias del Libro, de la Artesanía, las de Artes Plásticas,
- las de las diferentes instalaciones del Parque Lenin,
- las de todos los centros artístico- culturales,
por sólo mencionar los acontecimientos que considero de mayor impacto en mi quehacer cotidiano. 

 Ellas (las "COLAS")  me permitieron  ensanchar el factor RH (relaciones humanas: tan importante en una tierra donde se dice que quien tiene amigos tiene un Central). Además de disfrutar, en su momento, de las exquisitas pizzas de camarones y  langostas.   Saborear hasta 52 sabores del mejor helado producido en Cuba.  Estar al día con respecto a la producción cinematográfica de  América y el resto del mundo e incluso compartir con su protagonistas. Entrar en contacto con la actualidad literaria  cubana e internacional y poder adquirir algunas de sus "joyas" como PARADISO de Lezama Lima o EN EL CIELO CON DIAMANTES de Senél Páez.  Paladear las exquisitas cremas de queso o de champiñones de LOS GALAPAGOS, adquirir las siempre buscadas "africanas" y apreciar las estelares vistas que se ofrecen a nuestros ojos desde lo alto de la "estrella giratoria". Igualmente, fueron el puente para mi catarsis durante las brillantes actuaciones de actores y actrices de la talla de Doimeadios (Santa Cecilia), Paula Alí ( Contigo Pan y Cebolla), Alina Sánchez (Cecilia Valdés), Alina Rodríguez (Santa Camila de la Habana Vieja), Veronica Lynn, Raquel Revuelta, y muchos más.

Y, como este tema tiene aún mucha tela por donde cortar...los invito a  pedir el último para la semana próxima .   Felíz domingo.  Gracias por su tiempo....
 (Continuará...)