domingo, 31 de enero de 2016

La soledad no siempre es una mala compañía

Para la mayoría de las personas, la soledad es sinónimo de tristeza.  Pero, en mi opinión, a veces, puede convertirse en una magnífica compañera.

Cuando en l954 mis padres decidieron darme una hermanita creyeron, erróneamente, que sería algo muy bueno para llenar mi "soledad".  Sin embargo, la verdad era que yo nunca me había sentido "sola".  Tenía mi tiempo más que ocupado entre las actividades docentes y mis juegos en "solitario".  Llenar mi "tiempo libre" de las maneras más disímiles se convirtió en todo un reto.  Nunca lo consideré una experiencia negativa sino todo lo contrario.  Fue algo que contribuyó ampliamente a forjar tanto mi caracter como mi temperamento.

Pasaba largas horas jugando sola a las "cuquitas de papel".  Me sentaba en el suelo de mi habitación con mis lápices de colores ( me compraban unas cajas de 48 colores de una marca francesa cuyo nombre no logro recordar), mis tijeras para recortar papel, las revistas de figurines (moda) de mi mamá y las hojas de papel timbrado de la compañía de mi papá que le "robaba" de su escritorio.  Comenzaba, entonces, todo un proceso de producción: diseñaba el vestuario y los accesorios, los coloreaba y recortaba y se los "probaba" a las cuquitas de "Loretta Young" o de "Sissi Emperatriz".  En ocasiones, escogía alguna "modelo" que estuviera en ropa interior o en traje de baño,  de las revistas Bohemia o Vanidades, la recortaba, la pegaba sobre cartón y le hacía mis creaciones.

Como me gustaba interactuar con ellas, les "creaba" los ambientes.  Para ello utilizaba el juego de dominó de la casa .-era azul y blanco.-.  Diseñaba las habitaciones:  el salón con un sofá, dos butacas y una mesa de centro; el comedor con una mesa larga y varias sillas; el dormitorio con una cama de matrimonio y sus mesillas a los lados y un largo chaise-longue; el cuarto de baño con una bañera, el WC y el lavabo.  No hacía cocina, porque allí tenía prohibido entrar.  Y en el jardín, un auto para pasear.  Todo era muy entretenido.  Una vez concluída esta fase, comenzaba la verdadera diversión.  Las muñequitas se convertían en mis "personajes" con sus propias vivencias.  Contribuían ampliamente al desarrollo de mi imaginación y a un mejor uso del lenguaje.  Y algo que quiero dejar claro: nunca necesité un amigo "imaginario".

Otro de mis pasatiempos preferidos en "solitario", fue desarrollar el hábito de la lectura.   Con apenas 7 años, mi madre decidió que el mejor regalo para una niña eran dos colecciones de Arte Universal.  Sinceramente, en esa época no valoré mucho su regalo.  No me hacía a la idea de enfrentarme con un Platón o un Cervantes. Su verdadero valor lo encontré cuando llegué a mis estudios secundarios y superiores, al percatarme de que poseía los textos a estudiar, los que contaban con argumentadas introducciones sobre los mismos. De pequeña me entregaba a la lectura de las obras infantiles de José Martí, los hermanos Grimm, Andersen y muchos otros que cayeron en mis manos.  Había libros de toda clase: ilustrados e incluso, con páginas que se convertían en escenas.   La lectura  fue mi gran compañera.  Me llevó a conocer no sólo maravillosos lugares sino increíbles personajes con los que participé en incontables aventuras como "La niña de las Cerillas", "La niña en la Piel de Onagro" ," la pequeña Pilar y sus zapaticos de rosa" o mi querida "Leonor, la Muñeca Negra".  Y contribuyó en gran medida,no sólo a hacer de mi una mejor persona, sino también a profesar este, mi amor por las letras.

Más, no todo era paz y tranquilidad cuando compartía conmigo misma. En cuanto la televisión llegó a Cuba, mis padres me regalaron un aparato que instalaron en una estancia cerca de mi habitación.  A ella tenía acceso libre. El permanecer frente a la tele para ver las películas de Blanquita Amaro o de Tongolele  contribuyeron  a fomentar mi pasión por el baile.  Yo quería ser "rumbera".  Y aunque no fue ese mi destino, el baile siguió siendo, a lo largo de mi vida,  mi actividad física preferida.  Contribuyó enormemente a mi desarrollo físico e intelectual, pues de todos es conocido que el baile es una magnífica actividad física y que como tal, contribuye a un mejor riego sanguíneo y , por ende, a un mayor desarrollo mental.

El hecho de haber aprendido a sentirme bien en "solitario" me ayudó mucho a soportar las horas y horas de práctica necesarias para llegar a ser un buen instrumentista o un buen estudiante.  No consideraba estas actividades como una "carga pesada".  El estudio individual, en cualquiera de sus modalidades,  pasó a formar parte de mi cotidianidad y, de hecho, una de las mejores partes.  Pero, a su vez, me condujo a convertirme en una persona muy paciente (hoy por hoy entre mis mayores pasatiempos está el armar grandes puzzles y completar crucigramas).  Y, también, me enseñó a afrontar mucho mejor los contratiempos y calamidades de las que no están exentas nuestras vidas. Y, en modo alguno, me hizo convertirme en un ente huraño ni poco sociable.  Por el contrario, valoro en mucho el compartir con los demás, tanto como valoro mi propio espacio. 

Alguno habrá que encontrará un poco contradictorio el que una persona que ha tenido tantas relaciones de pareja  y que le encanta compartir con los amigos diga que la soledad no siempre es una mala compañía...pero es la pura verdad.  El estar  a "solas" nunca me ha hecho sentir que estoy "sola".


1 comentario:

  1. La soledad es buena compañera, en eso coincido con usted a mi me gusta la soledad, pero creo no soportaría mucho tiempo así.

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