domingo, 28 de febrero de 2016

Mi madre...una mujer fuera de serie




Para todos y cada uno de los seres vivientes que habitan este planeta, su progenitora es un ser excepcional.  Y tienen razón: Madre sólo hay una. Pero, la mía,  además, fue una mujer fuera de serie. Poseía una visión "a largo plazo" que la evidenciaban como una mujer adelantada a su tiempo.


 Margarita Matilde Velázquez Díaz, la  cuarta hija de un matrimonio formado por un apuesto pichón de isleño y una bella mulata criolla








De uno heredó el temperamento; de la otra, la belleza.  De ambos, el coraje y el amor por la familia.  El pasado 26 de febrero hubiese cumplido 97 años, y como no pude regalarle un ramo de sus flores preferidas, los gladiolos, quiero compartir con Uds. algunos de esos momentos que conservo en mi memoria y que demuestran su valía y entereza como ser humano. Su papel en ellos es "estelar", porque en todos y cada uno fue la "estrella" .
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Me contaba mi querida abuela Angelina, que de niña a mi madre no le gustaba mucho el ir a la escuela.   En cuanto oía hablar de ello, salía corriendo y se subía a uno de los árboles del patio de la casa en la cual residían en la bella ciudad de Cárdenas.  Ante esta situación, a mi abuela no le quedaba otra que ir en busca del vigilante de la cuadra quien con la porra en la mano y bajo amenaza lograba hacer bajar a la pequeña "rebelde".  Sin embargo, mi madre desarrolló el hábito de la lectura convirtiéndose en una autodidácta con la cual se podía conversar de temas muy diversos. Y, a la vez, logró que yo me convirtiera en una asidua lectora.

Una vez terminado el 3er grado, la familia se mudó para la Habana.  Fue entonces cuando mi madre decidió que ya había aprendido lo suficiente y ante esto, mis abuelos la enviaron como aprendiz a un taller de costura de unas francesas que la acogieron como a una hija y le enseñaron todo lo concerniente al oficio.  Con apenas 12 años, ya ganaba el dinero suficiente para pagar el alquiler del cuarto donde residían en el barrio de Cayo Hueso ella, mis abuelos y sus 6 hermanos.
Mi abuelo Boni era un padre a "lo español".  Mantenía el control de la economía familiar a tal punto que, cuando había que comprarles ropa o calzado era él quien los llevaba, les hacía probarse las piezas y les decía:  "Si os quedan grande, mejor, asi les durarán más".  Mi madre le entregaba semanalmente su salario integro.  En una ocasión, mi madre le pidió parte del dinero porque quería comprarse una telas para hacerse unos trajes para una representación teatral que harían entre todos los hermanos. Mi abuelo se negó y además, la golpeó.  Mi madre se rebeló y decidió irse de la casa.  Fue a vivir con las dueñas del taller que tanto la apreciaban y allí se mantuvo hasta que estuvo preparada para tener su propia vivienda. 

Un tiempo después, se alquiló su primer piso en el Vedado: un pequeño apartamento de un solo cuarto el cual mi madre acondiconó demostrando su exquisito gusto y al cual acudían sus clientas a entallarse la ropa solicitada.  Fue en esta época, cuando tuvo lugar el siguiente incidente:  

Entre las clientas de mi madre, se encontraba Ma. Luisa Gómez-Mena, Marquesa de Revilla de Camargo.  En una ocasión, tenía preparados los trajes para entallar y se lo informa a la clienta.  Esta le dice que pase por su casa a probárselos.  Mi madre, alquila un taxi, se presenta a la puerta a la hora señalada y cuando el mayordomo se asoma, le explica a lo que viene.  El mayordomo la mira de arriba a abajo y le dice:  "El personal de servicio entra por la puerta de atrás."  A lo que mi madre respondió:  "Dígale a la Sra. Marquesa, que Margarita ha venido a entallarle los trajes, pero que Ud. no me ha dejado entrar.  Que puede pasar por mi casa cuando lo desee.  Ella sabe donde vivo".  Y sin más, se volvió a meter en el taxi y se marchó.  Unos días más tarde, recibió un mensaje de la Marquesa en que le pedía que fuera a su casa a entallarla.  Y así lo hizo, pero entrando por la puerta principal directo al bello baño-tocador de mármol de la propietaria.

Mi madre fue una mujer bellísima con un cuerpo de modelo.
 Gustaba mucho de estar siempre arreglada y compuesta a cualquier hora del día, incluso hasta para cocinar.  A pesar de sus rasgos, (  se parecía muchísimo a Delia Garcés, una actriz argentina que protagonizó "Casa de Muñecas"), no olvidó nunca su condición de mestiza. Compartía por igual con negros y blancos y odiaba la discriminación racial. Aún así, se vio envuelta en varios episodios relacionados con esta lacra social de los cuales siempre salió airosa.  Paso a relatar algunos de ellos a contiuación.

Había yo terminado el 2do grado en la Escuela Nacional Masónica, sita al fondo del cine Arenal, cuando mi madre se ve obligada a buscarme una nueva escuela, pues mi padre había pasado a ser un "masón dormido".  Estuvimos en varias y , entre ellas, en el colegio la Luz, a un costado del Habana Libre( en construcción por esa fecha) y en el que hoy creo radica un Palacio de los Matrimonios.  Pues bien, mi madre se reunió con la Directora del Centro y le refirió sus intenciones de matricularme en el mismo.  Esta me miró, la miró y le dijo:  "Sabe, por mí no habría ningún inconveniente en ello pero, no puedo matricularla.  No es por mí, es por las madres de las otras niñas."  Ante esta respuesta mi madre se levantó del asiento, le dio las gracias, me tomó del brazo y cuando estábamos a la altura de la puerta, se volteó y le dijo:  "Sabe, qué, no creo que a mi hija le hubiesen gustado las otras niñas".  Y sin más, salimos del recinto.    Mi madre aunque era católica practicante (a su manera) , no quería que yo estudiara en un colegio de monjas sino en uno laico.  Siguió buscando y por suerte, encontró el colegio "Añorga", un colegio bilingüe en el cual obtendría una esmerada formación académica, sin tener que sufrir discriminación alguna por mi color.
Para mi madre, una de las metas más importantes a alcanzar por una mujer era su independencia ecónómica, pues ésta le permitiría disponer de su propia vida.  Aún cuando mi padre, un arquitecto-constructor de renombre poseía un altísimo poder adquisitivo que nos permitía gozar de una vida de lujos y comodidad, mi madre nunca dejó de ejercer su oficio. Se levantaba todas las mañanas a las seis, se hacía su tacita de café y se paraba frente a la mesa del comedor a cortar el patrón o delante del maniquí a cortar directamente .-poseía tres-, porque decía que a esa hora tenía la mente clara para esta acción.  Para ella no existía costura difícil.  Era muy creativa y le gustaba orientar a sus clientas acerca de las prendas que más le convenían.  Daba igual que le pidieran un sencillo vestido que un traje de novia ,-  como el que luciría Daisy Granados en la película "Cecilia"-, o un artículo de lencería o de canastilla. A mi hermana y a mí nos hacía mucha ropa pero no nos dejaba almacenarlas.  Teníamos que dar aquellas que ya habíamos usado a otros familiares o personas necesitadas.  Nos enseñó siempre a compartir lo que teníamos con aquellos no tan agraciados por la vida.  Ella nunca olvidó su origen humilde ni la fatídica época en que la confundieron con una comunista  y les cogió un odio a muerte porque por ello la echaron de su trabajo.  También, por esa época surgió su aversión por la harina con leche y boniato.  Sin embargo, jamás nos inculcó sus ideas políticas por el contrario, nos animó a realizarnos dentro de la sociedad que nos tocó vivir e incluso, siempre me decía que "a Fidel, hay que sentarse a escucharlo pues leerlo no es igual."


La costura no fue la única pasión de mi madre.  Su amor por la cocina la convirtió en un "chef" internacional, al que lo mismo podías pedirle un pollo "a la ville-a-roy" que una paella que un pastel de pescado o conejo.   Y elaborando cakes había que decirle Ud.  Era una gran gourmet y disfrutó de ello en muchos de los mejores restaurantes de Cuba y del mundo.  Le encantaba cantar .- tenía una voz muy agradable.-, En cierta ocasión, trabajando de costurera en el Teatro Martí, ella contaba que estaba Rita Montaner y la oyó cantar y le comentó que debía dedicarse a ello.  Pero, sus intereses por esa época eran otros.

De la personalidad de mi madre pudiera estar hablando horas y horas.  Fue la mujer que hizo posible que yo sea la mujer que soy.  Pero quisiera despedirme, narrando otro suceso en el que se revela su carísmática personalidad.  Estábamos ambas en su tienda preferida, "El Encanto", en el dpto. de señoras en la sección del calzado de la marca Merry-Go-Around (sus preferidos).  Nos acomodamos  en los bancos allí situados para probarse ella el par elegido.  Mientras esperábamos, una señora que estaba a nuestro lado, me mira y le pregunta:¿ Es adoptada o es la hija de su criada?. A lo que mi madre, sin inmutarse, le contestó: "Ni una cosa ni la otra.  Es mi hija, la he llevado nueve meses en mi vientre."

Así era Margarita CantaClara, como se decía a sí misma.  La que no tenía pelos en la lengua.  Madre y abuela amantísima.  Hija y hermana excepcional.  Esposa ejemplar. Abnegada trabajadora. Buena vecina y mejor amiga.  Pienso en ella a todas horas y doy gracias una y otra vez a la vida por haber tenido la madre que tuve.

Gracias por su tiempo.  Hasta la próxima.






domingo, 21 de febrero de 2016

Ante una crisis qué hacer...¿reir o llorar?

Desde muy pequeños, escuchamos decir a los mayores: "La vida es como un rosal, tiene espinas y tiene rosas".  En algunas vidas, abundarán las primeras y, en otras, las segundas.  E incluso, algunas vidas obtendrán una buena ración de ambas.  Mas, lo importante no es cuántas nos tocan de cada una sino, cómo salir de ellas... airosas y sin morir en el intento.

Las reacciones humanas, en los momentos más críticos, suelen ser muy variadas y con muchos matices. Serán tantas como seres humanos pues. es bien sabido que, "cada persona es un mundo".
  
Recuerdo una noche allá por los años 59-60.  Dormía plácidamente cuando, de repente, sentí ruidos de coches que frenaban, puertas que se abrían y se cerraban, y voces que daban órdenes.  Me levanté asustada y me dirigí a la sala de mi casa.  Allí estaban sentados, en ropa interior, mis padres y, frente a ellos, unos hombres barbudos con uniformes verde olivo que les informaban de que traían una orden de registro y otra  de detención.  Mis padres estaban muy consternados, pues desconocían que estaba sucediendo en realidad. Por otra parte, se sentían muy humillados ante aquella situación, pues no les habían permitido vestirse. Aquello no tenía sentido.  Ellos siempre habían sido personas intachables y respetuosas de la ley.  No entendía el por qué estaban allí aquellos hombres.  Cuando me vieron, me dijeron que me sentara en un butacón.  Me sentí abatida por aquello a lo que no lograba dar una explicación. Ante lo que estaba sucediendo, reaccioné de una forma inaudita.  Encima de la mesita que estaba a mi lado había una Biblia.  La abrí y comencé a leerla en voz alta.  Yo, que jamás había abierto una página de aquel libro .- aún cuando era una católica practicante-, consideré que la lectura de aquel libro sagrado para tantos podía demostrarles a aquellos intrusos que yo era fuerte y no les tenía miedo.   Al cabo de un buen rato, llegaron otros hombres y le indicaron a éstos que todo habia terminado.  Que había sido un  lamentable error y después de comunicárselo a mis padres, se marcharon.  Pero, yo, no podía parar de leer.  Mi madre me tomó en brazos, me acompañó a mi cama y se quedó junto a mí hasta que me dormí.  Pero, en mi memoria, esa imagen ha quedado congelada en el tiempo, al igual que mi ingenua reacción.

Dicen que en los momentos de peligro, uno intenta salvar aquello que más quiere.  Pues, bien, la noche del bombardeo al aeropuerto de Ciudad Libertad (previo a la invasión de Playa Girón), desde la ventana del dormitorio que compartía con mi hermana menor, se veían pasar las balas (trazadoras) como si fueran luces artificiales.  Aún cuando desconocía que estaba ocurriendo, intuí que algo iba mal.  Ni corta ni perezosa saqué a mi hermana de su cama contigua a la mía, la cogí de la mano y me metí con ella en el lado izquierdo de nuestro escaparate.  ¡Cosas de niños!  Allí nos encontraron nuestros padres, quienes conociendo lo que estaba sucediendo, nos llevaron con ellos al piso bajo y nos encerramos todos en el baño que quedaba debajo de la escalera que comunicaba con el piso alto, pues, según mi padre,-que era arquitecto-, esa era la parte más sólida de la casa para hacer frente a un bombardeo.  Y allí permanecimos hasta que pasó el peligro.

Años más tarde, tendría reacciones diversas ante diversas situaciones.

Los sábados por la tarde, la mayoría de los jóvenes de mi generación, acostumbraban  ir al cine.  Esa vez, un amigo nos había invitado a mi prima Victoria y a mi a ver una película al cine Yara.  Era esa época en que los jóvenes se ponían chaqueta para salir con las chicas, les abrían las puertas de los autos y les daban la mano para ayudarles a bajar del vehículo (auto o autobús).  No hicimos más que apearnos en la concurrida intersección de L y 23 (aún no existía Coppelia), y observo a una pareja que pasaban de la palabra a la acción, y el hombre llevaba las de ganar.   No estaba dispuesta a tolerar tamaña injusticia,  Así que, sin pensármelo dos veces, me solté del brazo de mi acompañante y salí corriendo en dirección a los mismos.  Una vez allí, cogí mi cartera por las dos asas y le caí encima al agresor.  Mi amigo, que venía detrás de mi, junto con otras personas más, intercedieron en la pelea y lograron contenerlo.  A la vez, éste me recriminaba lo peligroso de mi actitud, pues podía haber recibido un mal golpe. Después, cuando analicé mi reacción me dí cuenta de que ésta no era más que el reflejo de lo que me habría gustado poder hacer cuando, poco tiempo antes,  un desalmado arrebató la vida a mi prima Cuca en pleno Paseo del Prado, ante las miradas lacrimosas de sus tres hijas pequeñas.

Pero si de reacciones imprevisibles se trata. tendré que hacer referencia a lo que aconteció el día de mi primera boda.  Para muchos, ese evento era el resultado lógico de un noviazgo "felíz".  Para unos pocos, era el desenlace  previsto ante el acatamiento de una súplica paterna. Asumiría el matrimonio como una forma más de cumplir con el Cuarto Mandamiento. Pero, mi mente hizo reaccionar a mi organismo de otra manera.  Momentos antes de emprender el viaje hacia el altar, en la escalera de mi casa, estuve al punto de retractarme pero, entonces, mi vecina y peluquera me tomó de la mano y me hizo reconsiderar mis pensamientos.  En mi rostro se dibujó una sonrisa pero, no era de felicidad.  Simplemente, mis músculos faciales se retrajeron y fijaron en mi rostro una "sonrisa nerviosa" que no me abandonó hasta el momento en que me retiré a mi cuarto a quitarme el traje de bodas.  Sólo entonces comprendí el paso que había dado y de aquello a lo que tendría que enfrentarme de ahí en adelante. Y fue cuando, al fin,  mis músculos se relajaron y perdí la sonrisa.

Pero no sería esta la única vez que la risa me haría una mala jugada.

En los años'80 me encontraba trabajando en la Habana Vieja cuando resulté ACUSADA DE ROBO.  Si, como lo están leyendo. Resulta que como Directora de una instalación cultural era la máxima responsable de todos los bienes que en ella se guardaran.  No hacía mucho que el director de una agrupación musical me había solicitado autorización para utilizar uno de los locales vacíos de la instalación para realizar en él sus ensayos y guardar los instrumentos.  Accedí a ello mas, no mucho tiempo después sucedió lo que muchas otras veces.  Los instrumentos desaparecieron del local.  Se abrió una investigación al respecto y, un buen día, recibo una notificación en la que se me designa como ACUSADA de la Causa abierta.  Ya podrán imaginarse mi sorpresa ante tal acusación.  Durante varios días procedí a informarme sobre cómo probar mi inocencia, pues en el Centro existía un Sub-Dtor Administrativo, cuya responsabilidad era proteger los intereses de la instalación, tanto materiales como personales.  Llegó el dia de la vista que tendría lugar en la Sala de lo Penal del referido municipio.  Allí nos encontrábamos tanto el Demandante como yo.  Mi cuerpo  durante ese tiempo reaccionó haciéndome estar cada dos por tres en la sala de baño.  Cuando al fin nos llaman ante la Jueza, no más pararnos frente al estrado, me empezó un ataque de risa.  No podia parar por mucho que lo intentaba.  La magistrada llegó incluso a amenzarme con una multa por DESACATO por considerarlo una falta de respeto a Su Señoría.  Por más que lo intentaba no lo lograba.  Abri mi carpeta, saqué un documento y se lo entregué como Prueba.  La Jueza lo leyó y cuando terminó se dirigió al Demandante y le preguntó:  ¿Reconoce Ud. esta firma?  A lo que él respondió afirmativamente.  Entonces, le preguntó:  ¿ Y si sabía Ud. de este documento por qué procedió a levantar la denuncia?....Aquel papel era la copia firmada por ambos del documento en el cual yo autorizaba el uso del local pero ponía como cláusula que el director del grupo se responsabilizaba de la seguridad de sus instrumentos y eximia a la institucion de toda responsabilidad en cuanto a la guarda y custodia de los mismo.    La Jueza ante aquello dio por desestimado el caso y procedió a declararme Inocente y Libre de todo cargo.  Y fue entonces, sólo entonces que pude cesar de reir.




domingo, 14 de febrero de 2016

Si de amores se trata...hablemos de ello 1ra parte

AMOR.  Sólo cuatro letras y define el más abarcador de los sentimientos.  ¡Ah! Y lo mejor:  no es prerrogativa exclusiva de los humanos.

Mi primer AMOR, como el de casi todos, surgió no más ver la luz y dar el primer berrido.  No se hizo patente de la noche a la mañana. Se forjó paso a paso durante nueve increíbles meses en los que pasé de ser una simple célula fecundada a un rollizo bebé de nueve libras. El amor filial brota de manera espontánea durante esa etapa reproductiva. Surge así ese lazo indisoluble entre el huésped que vive la "dolce vita" alejada del mundanal ruido y su progenitora, la cual trata de convencerse de que las náuseas, los mareos, las hinchazones, las estrías, las varices, el vientre protuberante y todo lo que vendrá, todo ello, vale la pena porque es por una de las mejores causas:  SER MAMA.

El Amor a nuestros padres no es sólo el respeto a los que nos dieron el ser.  Implica nuestro eterno agradecimiento hacia aquellos que lo sacrificaron todo por hacer que ese fruto del amor fuese digno merecedor de su cariño y abnegaión.  Por lo que, doy mil gracias a la vida por concederme la dicha de haber tenido los maravillosos padres que tuve y a quienes debo, en gran parte, el ser la persona que soy.

Dicen que los niños son los seres humanos más francos y sinceros.  No levantaba más de cuatro palmas del piso, cuando Cupido hizo blanco por vez primera en mi "corazón" (aunque dicen que el verdadero órgano del AMOR  es el cerebro).  No recuerdo su nombre pero, si la impresión que provocó en mi.  Era un niño  sociable, con unos ojos muy expresivos y una sonrisa contagiosa.  No sé muy bien qué hacía sentado en mi sillón.  En él solía sentar a mi muñeca preferida, "María Moñitos".  Muchas tardes le daba "clases" frente a mi pizarra de juguete.  Mas, esa tarde era él quien estaba allí.  Los niños, por lo general, se entienden rápidamente.  Y esta vez, también fue.así.  Me contó que me veía jugar a la "escuelita" y que quería que yo fuera su "maestra" porque le costaba trabajo hacer las tareas de la escuela.  Fue todo un cumplido y por esa vez, me sentí en la gloria.  Tarde tras tarde, nos reuníamos en el hall frente a la cocina  (creo que él me veía desde el mundo privado de su abuela Pancha, nuestra cocinera).  Al terminar las tareas escolares, nos divertíamos jugando a los escondidos por todos los rincones de la casa.   Cada vez que me encontraba o yo lo encontraba, nuestras caras resplandecían y tomados de la mano volvíamos a la "base" para empezar otra vez.  Fue un primer Amor muy inocente, pero amor al fin. Sólo eramos felices cuando estábamos juntos. Y aunque no fue un Amor eterno, se convirtió en uno de los más gratos recuerdos de mi infancia.

En 6to. grado, mi corazón volvió a repicar como un tambor.  Acudía a la escuela "Añorga" y alli, entre otros, estaba aquél que lo provocaba.  Su nombre, Fidel Losada Moinelo.  Nunca podré olvidarlo.  Su sola presencia me sacaba de paso.  Y, lo mejor, es que me pareció que yo no le era del todo indiferente.  Lo demostró el día de su cumpleaños.  Me invitó a su casa en el Nuevo Vedado y la mayor parte del tiempo compartió sólo conmigo. Tengamos en cuenta que su familia era de la alta burguesía blanca, y jamás podríamos tener algo más que una bonita amistad.   No obstante, fue una tarde maravillosa.  Terminé el curso que coincidió con los grandes cambios políticos y sociales del 59 en mi país. A raíz de estos acontecimientos, pasé a estudiar a la escuela pública superior "Carlos de la Torre", y no volví a saber de él.  Pasados muchos años,visitaba la zona para encontrarme con mis amigos becarios extranjeros o acudía a la Embajada Checa que también quedaba en esa zona del Nuevo Vedado y pasaba por la esquina donde se encontraba aquella residencia y miraba y miraba con la esperanza de volver a saber de él.   Pero, estaba segura de que él y su familia habían formado parte de aquellos que emigraron durante los años 60.  Aún hoy me queda la esperanza de un reencuentro. Tal vez Facebook me ayude a ello.

Ya en plena adolescencia, solía acudir a la capilla del Colegio de Belén, cerca de mi casa.  Y como el AMOR no conoce de lugares ni fronteras, allí llegó Cupido y me flechó.  Era un joven alto, apuesto y con una mirada muy madura.  Domingo tras domingo nos encontrábamos a las 7 de la mañana hasta que un buen dia comenzamos a relacionarnos.  Inició visitas amistosas a mi casa y nos citábamos los domingos por las tardes en el cine Omega a la tanda de las 2pm.  Permanecíamos juntos hasta las 8pm, que se acababa.  Fue alli, detrás de las cortinas, donde nos dimos nuestro primer beso, el primero de Amor para mí.  Y fue como si estuviésemos celebrando el Fin de Año, pues las luces brillaron como fuegos artificiales.  Lástima que como todo lo bueno, duró poco.  Comenzó la Campaña de Alfabetización y él marchó a Camagüey.  Y eso del Amor a Distancia, no es algo que vaya mucho con mi temperamento.  Así, que para cuando regresó otro Amor pugnaba por ocupar su lugar.   No me lo perdonó nunca, pero eso es la vida.  Sentí mucho haberle roto el corazón pues era un buen muchacho.  Pero, en el corazón ya sabemos que no se manda.

domingo, 7 de febrero de 2016

De La Habana a Yaguajay: tras las huellas de nuestra historia

El calor, aún a estas horas, es simplemente asfixiante.  Intento paliarlo sentada frente al ventilador que gira y gira a toda velocidad, como el buen Ciclón que es.  Está  a punto de iniciarse mi serie favorita: Anatomía de Gray.  De pronto, suena el teléfono.  Escucho una voz conocida que me dice: " Hi, this is Barbra.  Is this Pucha?"  Es mi amiga canadiense que me llama para confirmarme que llegará al otro día y no olvide recogerla en el aeropuerto. Ya habiamos acordado la última vez que nos vimos, que se pasaría esos días conmigo.  Sería su intérprete durante los 15  días que utilizaríamos para viajar por la Isla.

Apenas llegadas a la casa, nos dispusimos a organizar el trayecto para un óptimo aprovechamiento de su estancia.  Me explicó sus objetivos y, cual no sería mi sorpresa, cuando me dijo que deseaba visitar aquellos  lugares históricos en los cuales la presencia de Camilo Cienfuegos había sido determinante. Traía una variada información al respecto y tenía muy claro la ruta que quería seguir.  Así, que una vez puestas de acuerdo con Tita, mi amiga la taxista quien sería la encargada de transportarnos a esos lugares, nos dispusimos a preparar las condiciones para partir dos días después.

Nuestra "aventura " comenzó con la visita, el día previo a la partida, a una pequeña casa-museo instalada en la calle Pocitos en la barriada de Lawton.: el modesto hogar de la familia Cienfuegos Gorriarán, Sería su residencia durante dos años, y en ella nacería Camilo el 6 de febrero de l932.  En el referido Centro exhibían una reducida muestra de muebles, objetos personales y documentos relacionados con nuestro héroe y su humilde entorno familiar.  Y, a la vez, confirmamos que la mayoría de los objetos más importantes relacionados con el Señor de la Vanguardia se encontraban en su monumento erigido en Yaguajay.  Y hacía allá enfilaríamos nuestro rumbo al  día siguiente a primeras horas de la mañana.

La ruta seleccionada tenía como punto de llegada el Museo Nacional Camilo Cienfuegos de Yaguajay, en la provincia de Sancti Spiritus. Dadas  las posibilidades, decidimos aprovechar las ventajas de un viaje en auto y pasarnos por Playa Girón, Playa Larga y pernoctar en Cienfuegos.   Pudimos así visitar varios lugares de interés de la zona, incluyendo el criadero de cocodrilos y caimanes.  Después, yendo por toda la carretera que bordea la costa llegamos a Cienfuegos.  Bellísima ciudad donde visitamos el Museo Naval,.-que atesora entre otros objetos museablaes, restos del acorazado Maine.  Más tarde, nos fuimos a cenar a una  magnífica Paladar y efectuamos una visita  al Palacio Valle.  En este último, apreciamos  la mezcla de estilos en su construcción y decoración pero con una lograda armonización en la que se hacían patente muestras del más exquisito arte mudéjar. Desde su terraza superior es posible disfrutar de una preciosa vista de la bahía de esta acogedora ciudad, que dicho sea de paso, es la ciudad natal de nuestra querida Tita. La limpieza de sus calles y  parques son dignos de mención, así como la hospitalidad de sus habitantes.

 Como dato curioso, si en algún momento tienen la oportunidad de visitarlo, dado que actualmente es un restaurante de lujo, ojo con el postre, pues su valor es casi igual a una "completa" en cualquiera de las excelentes paladares existentes en la ciudad. 

Desde Cienfuegos, decidimos llegarnos hasta Trinidad, no sin antes pasar por varias fincas y llenar el baúl del carro de unos super-mangos.  Una vez en la célebre Ciudad Monumento, nos fuimos a visitar a mi amiga Isaura, en cuya casa está instalada la sede de las artesanas de la ciudad.  Tiempo atrás, en esta casona se filmaron escenas de la película "El Hombre de Maisinicú" y mi amiga muy oronda me enseñó la "nevera" que tiene mas de 200 años y cuya agua sigue siendo tan fresca y agradable como el primer dia. De allí nos fuímos a dar una vuelta por todos los rincones de la Villa, incluyendo casas y lugares coloniales,  el Museo del Escambray, el taller de alfarería de la familia Santander, una paladar que está ubicada justo al lado de una ceiba bi- centenaria, un pequeño mostrador donde ofertaban vasos de batido de mango a peso (moneda nacional) y el bar la Canchánchara, donde casi aprendemos a tocar las tumbadoras a base de jícaras de esta "apasionante" bebida que tomaban los mambises. No  pudimos visitar el Museo Romántico porque estaba cerrado. Al regreso hacia Cienfuegos, nos detuvimos en la playa de Casilda a "refrescarnos" un  poco. 

Teniendo en cuenta que habíamos concluido esta etapa de nuestro proyecto, decidimos darnos un "diez" y nos fuimos en busca del motel de San José del Lago de Mayajigua.  Un lugar que desde mi adolescencia había conocido a través de un amigo y al que siempre habia ansiado ir. ¡ Menuda sorprsa!.¡  Aquello era el "paraíso"!  Todo se mantenía igual que en las postales que mi amigo me habia enviado muchisimos años atrás.  Hasta seguían estando los flamencos en las aguas del lago y, aún funcionaban las piscinas.  Las cabañas tenían duchas con agua fría y caliente, aire acondicionado, teléfono, televisión por cable y mucha higiene.  La atención, esmerada y los restaurantes, si bien su oferta gastronómica no era muy extensa, tanto el desayuno como las comidas estaban muy bien confeccionados. De los precios. madre mía, aquello era un regalo.  Casi todo en moneda nacional y muy accesibles. ¿ Lo más caro? Las habitaciones: 5 CUC diarios. Y lo que era mejor aún, mi amiga Barbra era la única extranjera.  El resto de los huéspedes eran nacionales, familias campesinas de la zona que veraneaban alli.  Pudimos jugar al dominó, tomar daiquirís y mojitos, bailar  y descansar apaciblemente pues no había ni mosquitos.  Aún se podían apreciar los terrenos que ocupaba el pequeño aeropuerto construido en los 50 para los turistas norteamericanos asiduos al lugar.   Realmente fue una muy agradable sorpresa encontrar este "oasis" en medio de la campiña.



Una vez recuperadas y relajadas, iniciamos el viaje de retorno.  Ese día nos ocurrió algo que no habíamos afrontado durante todo el trayecto:  nos ponchamos en tres ocasiones, agotando las reservas de neumáticos.  Por suerte, cerca del lugar de nuestros percances encontramos una ponchera particular en la que nos atendieron a cuerpo de Rey, brindándonos esa hospitalaria tacita de café  que tanto distingue al cubano y en la que adquirimos unas ristras de ajos de las cientos que llenaban el recinto.  Terminadas las reparaciones, nos despedimos rumbo a la capital, a donde arribamos cerca de la medianoche con muchas cosas para contar y compartir.