domingo, 21 de febrero de 2016

Ante una crisis qué hacer...¿reir o llorar?

Desde muy pequeños, escuchamos decir a los mayores: "La vida es como un rosal, tiene espinas y tiene rosas".  En algunas vidas, abundarán las primeras y, en otras, las segundas.  E incluso, algunas vidas obtendrán una buena ración de ambas.  Mas, lo importante no es cuántas nos tocan de cada una sino, cómo salir de ellas... airosas y sin morir en el intento.

Las reacciones humanas, en los momentos más críticos, suelen ser muy variadas y con muchos matices. Serán tantas como seres humanos pues. es bien sabido que, "cada persona es un mundo".
  
Recuerdo una noche allá por los años 59-60.  Dormía plácidamente cuando, de repente, sentí ruidos de coches que frenaban, puertas que se abrían y se cerraban, y voces que daban órdenes.  Me levanté asustada y me dirigí a la sala de mi casa.  Allí estaban sentados, en ropa interior, mis padres y, frente a ellos, unos hombres barbudos con uniformes verde olivo que les informaban de que traían una orden de registro y otra  de detención.  Mis padres estaban muy consternados, pues desconocían que estaba sucediendo en realidad. Por otra parte, se sentían muy humillados ante aquella situación, pues no les habían permitido vestirse. Aquello no tenía sentido.  Ellos siempre habían sido personas intachables y respetuosas de la ley.  No entendía el por qué estaban allí aquellos hombres.  Cuando me vieron, me dijeron que me sentara en un butacón.  Me sentí abatida por aquello a lo que no lograba dar una explicación. Ante lo que estaba sucediendo, reaccioné de una forma inaudita.  Encima de la mesita que estaba a mi lado había una Biblia.  La abrí y comencé a leerla en voz alta.  Yo, que jamás había abierto una página de aquel libro .- aún cuando era una católica practicante-, consideré que la lectura de aquel libro sagrado para tantos podía demostrarles a aquellos intrusos que yo era fuerte y no les tenía miedo.   Al cabo de un buen rato, llegaron otros hombres y le indicaron a éstos que todo habia terminado.  Que había sido un  lamentable error y después de comunicárselo a mis padres, se marcharon.  Pero, yo, no podía parar de leer.  Mi madre me tomó en brazos, me acompañó a mi cama y se quedó junto a mí hasta que me dormí.  Pero, en mi memoria, esa imagen ha quedado congelada en el tiempo, al igual que mi ingenua reacción.

Dicen que en los momentos de peligro, uno intenta salvar aquello que más quiere.  Pues, bien, la noche del bombardeo al aeropuerto de Ciudad Libertad (previo a la invasión de Playa Girón), desde la ventana del dormitorio que compartía con mi hermana menor, se veían pasar las balas (trazadoras) como si fueran luces artificiales.  Aún cuando desconocía que estaba ocurriendo, intuí que algo iba mal.  Ni corta ni perezosa saqué a mi hermana de su cama contigua a la mía, la cogí de la mano y me metí con ella en el lado izquierdo de nuestro escaparate.  ¡Cosas de niños!  Allí nos encontraron nuestros padres, quienes conociendo lo que estaba sucediendo, nos llevaron con ellos al piso bajo y nos encerramos todos en el baño que quedaba debajo de la escalera que comunicaba con el piso alto, pues, según mi padre,-que era arquitecto-, esa era la parte más sólida de la casa para hacer frente a un bombardeo.  Y allí permanecimos hasta que pasó el peligro.

Años más tarde, tendría reacciones diversas ante diversas situaciones.

Los sábados por la tarde, la mayoría de los jóvenes de mi generación, acostumbraban  ir al cine.  Esa vez, un amigo nos había invitado a mi prima Victoria y a mi a ver una película al cine Yara.  Era esa época en que los jóvenes se ponían chaqueta para salir con las chicas, les abrían las puertas de los autos y les daban la mano para ayudarles a bajar del vehículo (auto o autobús).  No hicimos más que apearnos en la concurrida intersección de L y 23 (aún no existía Coppelia), y observo a una pareja que pasaban de la palabra a la acción, y el hombre llevaba las de ganar.   No estaba dispuesta a tolerar tamaña injusticia,  Así que, sin pensármelo dos veces, me solté del brazo de mi acompañante y salí corriendo en dirección a los mismos.  Una vez allí, cogí mi cartera por las dos asas y le caí encima al agresor.  Mi amigo, que venía detrás de mi, junto con otras personas más, intercedieron en la pelea y lograron contenerlo.  A la vez, éste me recriminaba lo peligroso de mi actitud, pues podía haber recibido un mal golpe. Después, cuando analicé mi reacción me dí cuenta de que ésta no era más que el reflejo de lo que me habría gustado poder hacer cuando, poco tiempo antes,  un desalmado arrebató la vida a mi prima Cuca en pleno Paseo del Prado, ante las miradas lacrimosas de sus tres hijas pequeñas.

Pero si de reacciones imprevisibles se trata. tendré que hacer referencia a lo que aconteció el día de mi primera boda.  Para muchos, ese evento era el resultado lógico de un noviazgo "felíz".  Para unos pocos, era el desenlace  previsto ante el acatamiento de una súplica paterna. Asumiría el matrimonio como una forma más de cumplir con el Cuarto Mandamiento. Pero, mi mente hizo reaccionar a mi organismo de otra manera.  Momentos antes de emprender el viaje hacia el altar, en la escalera de mi casa, estuve al punto de retractarme pero, entonces, mi vecina y peluquera me tomó de la mano y me hizo reconsiderar mis pensamientos.  En mi rostro se dibujó una sonrisa pero, no era de felicidad.  Simplemente, mis músculos faciales se retrajeron y fijaron en mi rostro una "sonrisa nerviosa" que no me abandonó hasta el momento en que me retiré a mi cuarto a quitarme el traje de bodas.  Sólo entonces comprendí el paso que había dado y de aquello a lo que tendría que enfrentarme de ahí en adelante. Y fue cuando, al fin,  mis músculos se relajaron y perdí la sonrisa.

Pero no sería esta la única vez que la risa me haría una mala jugada.

En los años'80 me encontraba trabajando en la Habana Vieja cuando resulté ACUSADA DE ROBO.  Si, como lo están leyendo. Resulta que como Directora de una instalación cultural era la máxima responsable de todos los bienes que en ella se guardaran.  No hacía mucho que el director de una agrupación musical me había solicitado autorización para utilizar uno de los locales vacíos de la instalación para realizar en él sus ensayos y guardar los instrumentos.  Accedí a ello mas, no mucho tiempo después sucedió lo que muchas otras veces.  Los instrumentos desaparecieron del local.  Se abrió una investigación al respecto y, un buen día, recibo una notificación en la que se me designa como ACUSADA de la Causa abierta.  Ya podrán imaginarse mi sorpresa ante tal acusación.  Durante varios días procedí a informarme sobre cómo probar mi inocencia, pues en el Centro existía un Sub-Dtor Administrativo, cuya responsabilidad era proteger los intereses de la instalación, tanto materiales como personales.  Llegó el dia de la vista que tendría lugar en la Sala de lo Penal del referido municipio.  Allí nos encontrábamos tanto el Demandante como yo.  Mi cuerpo  durante ese tiempo reaccionó haciéndome estar cada dos por tres en la sala de baño.  Cuando al fin nos llaman ante la Jueza, no más pararnos frente al estrado, me empezó un ataque de risa.  No podia parar por mucho que lo intentaba.  La magistrada llegó incluso a amenzarme con una multa por DESACATO por considerarlo una falta de respeto a Su Señoría.  Por más que lo intentaba no lo lograba.  Abri mi carpeta, saqué un documento y se lo entregué como Prueba.  La Jueza lo leyó y cuando terminó se dirigió al Demandante y le preguntó:  ¿Reconoce Ud. esta firma?  A lo que él respondió afirmativamente.  Entonces, le preguntó:  ¿ Y si sabía Ud. de este documento por qué procedió a levantar la denuncia?....Aquel papel era la copia firmada por ambos del documento en el cual yo autorizaba el uso del local pero ponía como cláusula que el director del grupo se responsabilizaba de la seguridad de sus instrumentos y eximia a la institucion de toda responsabilidad en cuanto a la guarda y custodia de los mismo.    La Jueza ante aquello dio por desestimado el caso y procedió a declararme Inocente y Libre de todo cargo.  Y fue entonces, sólo entonces que pude cesar de reir.




3 comentarios:

  1. MUY INGERESANTE. LA VIDA NOS DEPARA UNAS SORPRESAS INSOSPECHABLES. ... y siempre suceden... y tienes que estrujarte el cerebro para salir airoso ¿no es cierto?

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    1. Así mismo, Amigo mio...como dice la canción.."laa vida te da sorpresas...sorpresas te da la vida, Ay, Dios!"

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  2. Muy interesante y muy triste por lo de su prima y respecto a lo de las reacciones de risa, creo que todos en algún momento de nerviosismo hemos pasado por algo similiar.

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