domingo, 10 de abril de 2016

Matilde, la Generala...una mujer de armas tomar

De pequeña,  mis padres me llevaban mucho a veranear a Santa Fé. Como playa, nada que ver con Guanabo, pero alli solíamos visitar la increíble casa del matrimonio formado por Matilde Rivas y el general retirado Gregorio Querejeta.  Aquella casa era para mi como estar en "el país de las maravillas" con sus escaleras que nos llevaban a Gregorio Antonio (su hijo), Jesús (su nieto) y a mi  a un mundo de excitantes aventuras.

La casa, fabricada y diseñada al estilo de los 40, tenía una entrada de ladrillos de diversos colores que daban paso a un hall y a los salones y la biblioteca a ambos lados del mismo.  La cocina remedaba un clásico restaurante norteamericano con su mesa tipo"pullman" donde nos daban de comer a los pequeños, mientras los mayores lo hacían en el amplio comedor en el que la mesa de cristal volado ocupaba el centro del mismo y en el que destacaban los inmensos jarrones y los candelabros adosados a la pared enmarcando el espejo.   Subir hasta la parte más alta de la casa era el logro de nuestros retos pues desde allí se veía una espléndida vista del mar y de los canales que desembocaban en Barlovento (hoy Marina Hemingway) y por donde navegábamos en el pequeño bote de Gregorito hasta los numerosos clubes que lo bordeaban.   El cuarto principal parecía sacado de un cuento de hadas.  Decorado al estilo de los que usualmente utilizaban las estrellas de Hollywood era el sueño de cualquier chica.   Su preciosa "coqueta" con sus tres espejos abatibles hacían las delicias de su dueña, quien además de ser una mujer muy atractiva, era sumamente presumida.  Las terrazas, jardines y el pequeño muelle colmaban las ansias de juego de cualquier niño.

Pero, de toda la casa, había una estancia que llamaba poderosamente mi curiosidad.  Era un cuarto que siempre permanecía cerrado con llave y cuya llave llevaba ella siempre encima.  Años más tarde, conocería que aquel había sido el dormitorio de su única hija, quien muriera víctima de los celos de su esposo (militar) el que, acto seguido, se suicidó. Y contaba mi mamá que Matilde se apareció en el velorio del victimario y sacó el cadáver de su féretro tomándolo por los hombros.  A pesar de la gran tragedia de su vida, Matilde era una persona muy sociable y amiga de reunirse y compartir con sus amigos. Siempre nos recibía con una amplia sonrisa.

 Tras la adopción de su hijo Gregorio, volcó toda su atención en él.  Y decidió darle un nuevo ambiente a su niñez, confiándole a mi padre la construcción de una nueva vivienda justo al lado de esta primera.  Años más tarde, durante la operación Peter Pan lo envió a Nueva York, pero ante la posibilidad de no volverlo a ver, reclamó su reenvío a Cuba.

 Esta segunda casa, mucho más pequeña pero no por ello menos confortable, contaba con un apartamento para invitados justo al lado del garage con entrada independiente y salida a los jardines, en el cual compartimos muchisimos veranos.  Recuerdo una noche en que nuestros padres nos dejaron a mi hermana Margarita (que era su ahijada) y a mí a pasarnos un fin de semana y mi hermana estuvo llorando toda la noche.  Matilde se vistió, cogió su Chevrolet plateado y nos llevó de regreso a casa y yo me quedé con las ganas de seguir disfrutando de mi fin de semana playero.

Matilde, quien era una mujer de carácter (por ello le llamaban la Generala), gustaba de vestir a la última moda pero eso no le impedía lucir con tremendo "caché" sus turbantes debajo de los cuales llevaba sus "rulos" puestos.  De  ella aprendí que si quería lucir de noche un peinado fantástico, tenía que utilizar los "rulos" durante el resto de las actividades.  Eso sí, no debían ser visibles.  Acudía con ellos lo mismo a visitarnos que de compras a "El Encanto". Y todo esto me vino a la mente cuando ayer leí un artículo sobre la nueva moda londinense que estoy segura de la que ella fue precursora y yo su más fiel seguidora, al punto de que cada vez que tengo que coger el avión lo hago con los "rulos" puestos.

Su muerte fue muy impactante...(fue atropellada por un camión al intentar cruzar la calle), y como ya el general era un hombre bastante mayor, llamó a mi madre para que se personara en el hospital Militar en su ayuda.  Murió en sus brazos y a pesar de que tenía construído un mausoleo de mármol  negro en la misma rotonda en que está el monumento al Cardenal Arteaga en la Necrópolis de Colón, no recibió en él cristiana sepultura, pues su viudo así lo dispuso.  Desconozco las razones para tamaña decisión pues a la vista de todos, eran un matrimonio bastante bien llevado, aunque nunca se sabe.  Tal vez fue su modo de enfrentarse, aunque fuese una vez en su vida, a la que llamaba "la Generala".



                                                         

5 comentarios:

  1. Tremenda Generala. Tenia bien puestos los grados militares y ejercio con mano dura, al parecer,sometiendo al que luego fue viudo.
    Linda cronica Caridad. Nuevamente inclino mi cabeza ante usted.

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  2. Sí que era de armas tomar. me gustó mucho esta historia.

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  3. La Generala parece salida de un cuento de García Marquez. Muy buena historia y bien narrada.

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  4. Me gustó mucho tu narración, interesante historia.

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  5. Encantada de leer una vez más su blog, muy interesante pero sobre todo hace volar mi imaginación para descifrar cómo murió la hija de Matilde y si ella era tal cual la imagino.

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