domingo, 24 de abril de 2016

Bueno, y ¿ de qué hablamos hoy?...Pues de Los Padrinos

Levantarme  pensando ¿Y, hoy, acerca de qué trataré en mi blog? ya es algo que se torna bastante habitual en las mañanas del domingo.  Para empezar a escribir, necesito, primero, seleccionar el título.  Tiene que ser lo suficientemente llamativo para que atraiga la atención de mis valiosos "seguidores", que no serán miles pero son constantes. Debo referir una historia, que a la vez que sea autobiográfica trate de un tema de interés general.  Y debo hacerlo bien, para que se sientan complacidos. 

 Por eso , en esta ocasión llevo bastante rato intentando decidirme, pues sin ello no podré elaborar mi plan de escritura,- que por lo general hago de principio a fin, a veces con un borrador previo otras directamente en el blog,-  y he pensado:  hablaré de algunas de esas personas que han sido parte de mi círculo familiar sin que entre nosotros existieran reales lazos de consanguineidad, los "padrinos".

Partiré de aquel 26 de agosto del '48, en el que  mi padre, muy temprano en la mañana, tuvo que coger corriendo su Hudson para llevar a mi madre hasta la exclusiva clinica "El Sagrado Corazón" en la cual a las 9 y 15 de la mañana vi la luz por primera vez para regocijo de mis progenitores y  el resto de la familia.  Fecha en la que mi "Tía Aleja" decidió "pre-bautizarme" con el sobrenombre de la "Puchi" y con el que me conocerían a lo largo de mi aún varipinta vida.  Día en el que un médico diría que "he atendido muchos partos pero pocos en los que se pueda apreciar  el " bonito" rostro de recién nacido"( mi madre tuvo un buen parto y yo sufrí muy poco), lo que le llevó incluso a pedirle a mis padres permiso para bautizarme.  Pero, ya tenía padrinos elegidos: Josefina Hernández (una de las mejores amigas de mi madre) y Santos Recio Moretón (el mejor amigo de mi padre).

Mi madrina, quien para ese entonces residía en un diminuto apartamento de un solo cuarto en la calle Vapor, ejerció una gran influencia en mi vida. En su casa todo era modesto y sencillo.  Pasé algún tiempo en ella y fue la  época que más disfruté del Parque Colón y sus alrededores. Era  una persona humilde pero muy bondadosa, además de excelente cocinera.  Hacía los bistecks más sabrosos que he comido nunca.  Eso sí,era una mujer recta y muy aseada.  Muchos recordarán a Josefina, la Conserje, de Carlos M. de Céspedes, en Alturas de Belén.  Conducía su hogar con "mano dura bajo un guante de seda".  Recuerdo su temple. Una noche su esposo llegó a la casa y ella supo que éste tenía una aventura.  Hacía pocos días que él le había regalado una tele cuya armazón era de metal.  Pues bien, mi madrina sin pensárselo dos veces fue a la cocina, cogió el hacha que tenía para cortar la carne y le fue arriba....al televisor.  Como no era de madera, sólo lo abolló, pero ¿se  imaginan Uds. si llega a alcanzar al pobre Agustin? 

 Tenía un solo hijo varón Roberto pero fungió como madre de las hijas de sus hermanos Victoria y Esther, a quienes aprendí a considerar mis "tíos" y "primos".  Y más tarde, también lo harían mis hijos.
Viky fungió como mi hermana mayor durante muchos años y la "Tía Esther después de vivir más de 30 años en Nueva York, al recibir su jubilación decidió venir a vivir a España y así fue como mis hijos y nietos pudieron disfrutar de su querida "Tía Esther" que los colmaría de cariño y atenciones en momentos en que yo no pude atenderlos.  Y de quien recibiríamos de herencia al "primo " Peluche,  (el" pijo"de la familia, porque su dueña lo enseñó a comerse un bistek diario y a tener una calefacción y un ventilador para él solito) y el cual a sus casi 90 años, sigue subiendo las escaleras con más ánimo que nosotros. Y después hablan de la "vida de perros".


Roberto, el único hijo de mi madrina y de su esposo Agustín, en los años '50 demostró su temeridad al hacerse piloto de pruebas de autos de carreras y años más tarde evidenciaría su arrojo y valentía en los años de la guerra de Angola, de la que regresó sin un rasguño y con miles de anécdotas.  Pero, ironías del destino, no hizo más que comenzar a trabajar en su cargo de "funcionario"" cuando sufrió una terrible caída en su oficina en la que se provocó multiples fracturas.

En los años '50, mi madrina y su familia compartirían casa con nosotros hasta finales de la década en que se mudarían para el edificio sito en 59-A y 76.  Me gustaba acudir a su nueva casa a la hora del almuerzo para compartir su deliciosa y muy criolla cocina, hablar un poco con Cotica, la cotorra que tenían en el pequeño patio y que decía constantemente "pan para la cotica, pan para la cotica"....y compartir con todos ellos. Alli también recibíamos la visita de los que habían emigrado y rememorábamos nuestros años felices. Más tarde, se mudarían para 10 de Octubre y a pesar de la distancia, seguimos frecuentándonos muy a menudo y mantuvimos el lazo "familiar no consanguíneo", que perduraría hasta la fecha con las nuevas generaciones.  

Con mi padrino Santos Recio, mantuve otro tipo de vínculo pero no por ello menos "familiar".  Me acostumbré a su presencia y a sus atenciones: fue él quien me regaló mi primer juego de cuarto (aún lo tengo en mi casa de Cuba), mi primera bicicleta de reposición. Bueno, el hecho fue que ese año mis padres me habían dado por Reyes una preciosa bicicleta marca Niágara, roja y con rabos de zorro en el manubrio.  Como niña al fin, no valoré el peligro y en un momento dado, sentí sed.  Me apeé de la bici, la apoyé al muro y entré a beber el agua.  Cuando regresé, lógicamente, ya la bici no estaba alli.  El llanto me ahogaba y mi padrino, que en esos momentos estaba de visita en casa, le pidió a mi papa que sacara  su Cadillac del garage pues  el  coche de  mi padrino era un VW y además, no sabía conducir.  Cuando regresaron, me entregó una bici casi idéntica a la que me habían robado.

Mi padrino, era de origen español  aunque nacionalizado cubano.  Llegó a la Isla muy joven con una mano alante y otra atrás, y trabajando muy duro se conviritó en el propietario de dos afamados ferreterías: "San José" en Zanja esquina a Galiano y "Tuma" cerca del Alí Bar.  (Le puso así en recuerdo a mi querida burra que falleció de tétanos).

 De mi padrino también obtuve mis primeros 20 pesos de asignación.  Con ellos me fui a la Libreria que quedaba en la Terminal de Omnibus y me compré mi primer disco: Boleros de Lucho Gatica.  En el 64 para mi boda me regalaría el dinero para la luna de miel y en los 70 cuando decidió emigrar para reunirse con su "hija" Zayda me pidió que le "cuidara" su "finquita" que quedaba en El Cacahual, su VW y que para ello me dejaría un dinero en el banco...Pero, yo no acepté porque en esos momentos no sabía conducir (ahora, tampoco) y tuve miedo de no cuidar bien sus propiedades.  En resumen, no me habló claro, pues no me dijo que no volvería y yo perdí "güiro, calabaza y miel".  C'est la vie, mon cher. Años más tarde fallecería en Tampa y sentí mucho no volverlo a ver, porque siempre lo he querido muchísimo.

Tanto con la una como con el otro, compartí momentos inolvidables y su impronta quedó en mi memoria, contribuyendo a forjar la persona que soy.  Gracias doy a mis padres porque supieron elegir bien a sus "suplentes" pues no hay que olvidar que los "padrinos" prometen ser "nuestros segundos  padres" y los míos cumplieron totalmente su cometido.



4 comentarios:

  1. Muy interesante historia. Para mi las Memorias tienen gran valor porque se deja el legado de cómo era la educación en aquella generación : el respeto, el sentido de la familia,etc.
    Te felicito porque este tema de los padrinos, la responsabilidad de ellos como padres sustitutos se ha perdido en un 95 %.

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  2. Estimulante historia querida amiga. Cierto, los padrinos son personas importantes en nuestras vidas. Me trajo a ala mente el nombre del mio Temistocles, mecanico automotriz, una bella persona. Con 90 años y en pleno ejercicio de sus facultades? Dele mis saludos.
    Vuelvo a felicitarla.

    24 de abril de 2016, 8:51

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  3. Muy bonita esta entrada Caridad. Gracias.

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  4. A mí no me gustó ninguno de los padrinos que eligieron mis papás y creo que yo tampoco les agrado.

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