domingo, 1 de mayo de 2016

Érase una vez en el Oeste...sí, pero de La Habana

En el municipio de La Lisa, al Oeste de la ciudad de La Habana, rodeado de lo que se ha dado en llamar el Polo Científico y muy cerca de Arroyo Arenas, encontramos un pintoresco pueblo semi-rural conocido por aquella famosa frase:  "Se acabó como la fiesta del Guatao".  Frase originada, según algunos, en una de las habituales fiestas organizada  por una de sus moradores y en la cual unos repentistas (poetas improvisadores campesinos) tuvieron unas diferencias a propósito de una controversia y acabaron llevando las manos de los instrumentos a los machetes.  Otra versión relata que por ser este un pueblo que apoyaba a los mambises, los españoles entraron un día de fiesta y ejecutaron una matanza entre los residentes, dejando un saldo aproximado de 40 victimas mortales.  Sea lo que fuera, el caso es que dio lugar al surgimiento de la consabida frase. Y es una pena que sólo sea conocido por tan sangriento hecho pues sus habitantes son excelentes personas y además, posee una de las más bellas y "criollas" iglesias que he visitado, digna de una visita turística pues su arquitectura interior y exterior son únicas: la iglesia de la Virgen del Rosario.

Pues, bien, para mi el Guatao es mucho más que un lugar de leyenda ubicado cerca de sitios de interés como Kukine (la otrora finca de Batista), San Pedrito (lugar donde cayera abatido el General Antonio Maceo), el Instituto de Investigaciones Porcinas y el Instituto de la Alimentación.  Guatao constituye una PARADA muy importante en le RUTA DE MI VIDA.  Este pequeño pueblo.- apenas tiene 3 ó 4 calles-, fue testigo de algunos de los momentos más felices y, también de algunos de los más tristes de mi vida.

A finales de los '80, a raíz de la mortal enfermedad de mi madre, hube de pedir un traslado laboral y mi destino final fue la Casa Comunal de Cultura del Guatao.  Trabajaba en este Centro cuando mi 5to esposo decidió terminar sus estudios de Inspector de Incendios y partió, muy a mi pesar, hacia la antigua URSS, dejándome prácticamente sola en el momento más duro de mi vida ( a mi madre apenas le quedaban 4 meses de vida).  Profundamente abatida por la situación, solía pasarme las horas "muertas" sentada al piano de la instituión.  En una ocasión,  se sentó a mi lado un joven que conocía de vista pues era un familiar de uno de nuestros empleados, y cuando terminé la pieza se me acercó y me dijo: "No te preocupes, no estás sola.  Llevo 2 años esperando este momento "  y se me declaró.  Aquello me cogió de sorpresa y unos días más tarde, el 12 de septiembre de 1988, durante las Fiestas de los Alfareros de El Cano, me decidí y fue así que CARLOS MANUEL RUBIO ORTEGA pasó a formar parte de nuestra familia y nosotros de la de él.

Carlos, el Guajiro (como le llamábamos nosotros), se apareció en mi camino en un momento crucial : pleno Período Especial, convirtiéndose en nuestro Angel Salvador.  Y lo fue de hecho, pues gracias a él y a su familia ni mi madre ni mis hijos pasaron penurias durante este triste período. Y todo ello gracias a que eran poseedores de una finca semi-urbana de 5 hectáreas a la cual, entre todos, pondríamos a producir a plena capacidad.  La referida finca, heredada de su abuelo materno, había sido en su momento una especie de vivero de árboles frutales, por lo que poseía un extenso mangal y multitud de árboles frutales de las más variadas especies: mameyes, guayabos, plátanos, anones y muchas más incluyendo maracuyá.  La sabia decisión de los cuatro hermanos permitió a su extensa familia, incluída la mía, campear el temporal. Se pusieron manos a la obra y prepararon los terrenos para la siembra de otros productos agrícolas como arroz, malanga, yuca, frijoles negros y caritas, vegetales e incluso se crearon condiciones para la cría de cerdos, aves y conejos.  Como la finca tenía padrón, pudimos adquirir una vaca que nos proveía de leche y con ella hacíamos quesos.  Con la fruta que no se vendía producíamos gran variedad de conservas incluídas mermeladas de guayaba y de mango, coco rallado y casquitos de guayaba. Durante esta etapa de mi vida aprendí muchos secretos de la vida del campesino, sobre todo que la tierra es muy agradecida.  Incluso aprendí a valorar el duro trabajo de los carboneros, pues hasta eso aprendí a hacer.

Pero, no todo era trabajar.  Había una fecha muy especial para esta familia: el Primero de Mayo, pues era el cumpleaños de la Sra. Nena Ortega, la madre y cabeza de familia. Ese día se celebraba a "todo trapo" y la casa entera se convertía en un "gallinero", pues se juntaban los 7 hermanos con sus respectivas famiias y los vecinos del lugar (los de los alrededores de la finca y algunos venidos del Guatao), para compartir y disfrutar del "guateque".

Desde la noche anterior se iniciaban los preparativos: se hacían los postres, se adobaba el "puerco", se limpiaban las mazorcas para los tamales.  Bien temprano en la mañana se cavaba el "vara en tierra", se colocaba la reja donde iría el "puerco" sobre las brasas humeantes y cubierto de hojas de guayabo. Se confeccionaba el congrí, las ensaladas y los tamales.  Junto al puerco se ubicaba una mesa de dominó en la que se sentarían a "vigilarlo" mientras corrían a "chorros" la cerveza y el ron acompañando los chicharrones, las mariquitas y los tostones.  Una vez completados los platos, nos sentábamos todos a las mesas al aire libre sobre las que reinaban los calderos repletos de comida y....!A comer!

En una de esas celebraciones uno de mis cuñados me jugó una broma pesada y me brindó una copa del vino casero a la que habia añadido unas gotas de dormidera...ya podrán imaginarse como acabó aquello, cogí la bici y llegué a mi casa en Alturas de Belén en menos de 25 minutos....parecía un cohete.  Al llegar recuerdo que tiré la bici, subí las escaleras y me tiré en el sofá...no me dio para más.  Al otro día me hicieron el cuento pues yo apenas recordaba el incidente.  Mi esposo le llamó la atención y me pidió disculpas.

Aquellas reuniones permanecen en mi memoria como el bálsamo que me ayudó a superar los momentos más duros de mi vida, no por el ambiente festivo de las mismas sino por el apoyo y la solidaridad que siempre me brindaron y que aún hoy, a pesar de que el matrimonio se extinguió hace muchos años, hace que esos lazos perduren.

  




2 comentarios: